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En la política existen tres reinos: el de la mente, el de la palabra y el de la realidad. Tengamos mucho cuidado en no confundir lo que es, lo que decimos que es y lo que queremos que sea. Hacer coincidir estos reinos no es sencillo ni frecuente. Es la difícil y rara resultante de una muy buena mezcla de inteligencia, de madurez, de honestidad y hasta de valentía.

 

Las mayores confrontaciones políticas no provienen del enfrentamiento de ideologías, de partidos, de credos y, ni siquiera, de intereses, sino de las oposiciones entre la realpolitik y la política-ficción. Éstas han provocado las mayores crisis, revoluciones y guerras que han arrastrado a los seres humanos.

 

El delirio del derecho divino de los reyes, el surrealismo de la superioridad aria, la alucinación del comunismo o la locura del colonialismo han tenido que enfrentarse a la fantasía de la libertad, al ensueño de la democracia, a la ficción de la república o al frenesí de la justicia.

 

Ése es el riesgoso filo de navaja sobre el que hemos caminado. La política-ficción siempre nos lleva a la confrontación, sobre todo cuando se opone a otra ficción política. Sólo la política real es la que nos lleva al respeto, a la tolerancia, al consenso, a la cooperación y a la convivencia.

 

La república imaginaria es aquella donde sus gobernantes no se comprometen y donde sus candidatos no se obligan. La que no quiere reconocer sus problemas porque tampoco quiere asumir sus soluciones ni sus precios.

 

En el México actual, esa evasión psíquica es la que hace que los asuntos importantes carezcan de interés colectivo y que nos refugiemos en el debate de lo intrascendente.

 

Tomo como ejemplo el reciente debate surgido con motivo de la contratación de especialistas cubanos bajo el argumento de que los especialistas mexicanos no quieren ejercer en las sierras y en las selvas. De allí se pasó a discutir la, según los conocedores, muy dudosa calidad de la medicina cubana, aunque ésta ha sido muy presumida bajo ficción.

 

Pero lo importante es que todo eso no es el problema. La cuestión real es que no se contratan especialistas para esas zonas sencillamente porque no hay centros de medicina especializada y ni siquiera se requieren. Vamos a explicarnos con nuestra modesta información de meros ciudadanos.

 

El IMSS y otras instituciones tienen una estructura piramidal de atención médica que muy bien se ha manejado a través del tiempo y ahora muy bien por Zoé Robledo. En las zonas más apartadas existe un consultorio o unidad de medicina familiar.

 

Allí se brinda la primera atención. Cuando es necesario, el paciente se remite a una clínica general y, en mayor necesidad, a un hospital general, éste sí debidamente equipado con quirófanos, laboratorios y medicina de alto nivel. Pero si el problema es mayor, la atención se brinda en el hospital de especialización y la cumbre de esta pirámide son los centros médicos.

 

Tomemos el caso de la traumatología. Su hospital especializado es una insignia nacional y hasta latinoamericana. Se encuentra en Naucalpan, la principal región industrial del país. Es donde más se le necesita porque los trabajadores fabriles son los más expuestos al accidente. No está en el Paseo de la Reforma para atender a trabajadores oficinistas o en la plantación para atender a trabajadores agrícolas ni en las sierras ni en las selvas por elemental razón.

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