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Textos del Viajero Vintage

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Identifiqué el cuerpo de papá y me entregaron sus pertenencias. Tiempo de llorar no había porque mamá se había ido hacía una semana con Braulio, un chicano que le había llegado al precio. No tengo dinero, les dije a los de la funeraria, pero denme un par de días y se lo tengo. Entonces Dios me tocó, me puso donde había sin tener que pedirle a nadie porque ellos, así nomás porque sí habían desaparecido. Llegué a la funeraria con un montón de billetes bien ganados pero que al contarse, no alcanzaba ni para el trabajo de los enterradores. Me senté en la silla frente a la cobradora y dije, Lo pondré en el patio de mi casa, lo enrollaré en su cobertor de las Águilas del América y le pondré veladoras del niño Fidencio. Cóbrese con eso el traslado. Y Dios me volvió a poner donde había porque así nomás llegaron los amigos de papá y pagaron todo.

Apenas vi la caja bajar al final de todo, supe que para mí apenas empezaba. De rodillas lloré amargamente la pérdida de ese hombre que era mi todo y la de mi mamá que había preferido a otro hombre que a nosotros dos. Lloré porque un día antes le había reclamado a papá un «Porqué estamos tan jodidos. Todos mis amigos con un buen celular y yo con uno de modelo viejo. Me compras pura ropa de tianguis y nunca de marca ; estamos a puros frijoles, sopa, sopa y frijoles, ¿por qué tan jodidos, papá, por qué, por qué?… por eso mamá te dejó, por pobre y que a sabiendas que no aspirabas a nada, aun así la metiste y me trajiste al mundo, a qué chingaos, papá, a qué, chingaos!!!! ¿Quieres que me salga a trabajar a mis doce años? ¿Estás loco?»

Mirando por la ventana miro a lo lejos el Tiro 4, mi viejo barrio. Ahora vivo aquí, sin nada. Y al sacar las pertenencias que me entregaron de papá prendo su celular y encuentro en su watsapp una foto de ese último día. Está él y sus mejores amigos. Todos muertos por intoxicación. Le hago zoom y beso la pantalla. No me dejes, viejo, no me dejes. Entonces me veo llorando y a mamá llegando a ponerle flores en la caja abierta. ¡¡Lárgate!!, me recuerdo gritando. Abrazándome le doy un golpe de codo y la tumbo entre los montones de tierra. Somos el crudo espectáculo de quién no va a consolarnos, sólo a curiosear.

Esa foto la tengo por todos lados pero, ¿para qué? ¿Para qué si siempre le restregué en la cara a mi viejo lo pobretón y sin sueños que era?

«Mira mijo, este es mi jale y mis mejores amigos, pero no olvides que para amigos, amigos, tú vas por delante», así decía ese watsapp, así nomas. Idiota, qué carajos, imbécil, no merezco nada, ni la vida. He intentado matarme cinco veces, pero en las cinco algo sucede. Mi viejo, me consideraba su mejor amigo y yo reclamándole aparatejos sin sentido, olvidando que su corazón era enorme.

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