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En la historia reciente de México, el Ejército mexicano ha desempeñado un papel muy importante, no sólo como garante de la soberanía y el orden interno, sino que también, en las últimas tres administraciones, ha sido fundamental en las tareas de seguridad pública y el combate a la delincuencia organizada.

 

Si bien Andrés Manuel López Obrador criticó en su momento el uso del Ejército en los gobiernos de sus antecesores, tuvo que reconocer que no iba a ser nada fácil enfrentar a los cárteles y su enorme poderío paramilitar, de ahí que reconsideró su postura y hoy reconoce que sólo el Ejército, junto con la Armada y la Guardia Nacional, son capaces de generar confianza a la ciudadanía.

 

La gente percibe que los militares son los únicos que pueden mantener a raya a los grupos criminales, a diferencia de las corporaciones policiacas civiles. Los números del Ejército hablan por sí solos. En lo que va del presente sexenio ha decomisado la estratosférica cantidad de 502 toneladas de mariguana, droga suficiente para generar millones de dosis para todos los mexicanos por varios días o semanas.

 

Asimismo, decomisó más de dos toneladas de semilla de cannabis y de amapola, suficientes para tapizar de plantíos miles de hectáreas en todo el territorio nacional.

 

Interceptó también más de 50 toneladas de cocaína; cerca de dos toneladas de heroína; una tonelada de goma de opio; 110 toneladas de metanfetamina y decenas de toneladas de fentanilo. De igual forma, ha incautado más de 30 mil 200 vehículos; 82 aeronaves y 33 embarcaciones, prácticamente lo que tiene un ejército de cualquier país centroamericano.

 

Asimismo, ha decomisado más de 10 mil armas cortas y 17 mil 200 largas; 2 mil 143 granadas y 6 millones 700 mil cartuchos. En este combate, que no es guerra, ha puesto a disposición del MP a 32 mil personas, detenidas todas en flagrancia. También ha destruido mil 215 laboratorios de droga y 110 pistas de aterrizaje clandestinas. Así como 63 mil 662 hectáreas de mariguana y 374 mil 628 hectáreas de amapola.

 

Sin duda, el trabajo del Ejército mexicano ha sido fundamental, no así el de las corporaciones civiles, cuya pasividad ha propiciado que, de diciembre de 2018 a abril del presente 2023, los homicidios dolosos, registrados en todo el país, hayan alcanzado números realmente escalofriantes, más de 150 mil 600 en cuatro años; 60 mil más que en la administración anterior, cuya cifra se ubicó en los 98 mil 776 decesos violentos.

Entonces, valdría aquí la pena hacer varias consideraciones. ¿Realmente ha funcionado la estrategia de los abrazos, no balazos? ¿O ha sido sólo un lema de legitimación de este gobierno? La violencia generada por el crimen organizado en realidad nunca se ha ido, ni mucho menos ha sido contenida, por el contrario, se sigue nutriendo cada día.

 

El gobierno de la 4T no ha encontrado en cuatro años cómo disminuir la capacidad de fuego de los cárteles ni la estela de muerte que han dejado a su paso por la disputa de los territorios. No existe, pues, una estrategia acorde al problema que enfrenta México; no hay programas eficientes para capacitar y equipar a las policías estatales y municipales. Tampoco existe algún proyecto que fortalezca las tareas de prevención ni mucho menos que permita la creación de cuerpos especializados. Los abrazos, no balazos, por eso digo, siguen marcando su fracaso.

 

Sigue la violencia rampante en plena Semana Santa. En Michoacán, dos agentes de la Fiscalía General del estado fueron asesinados y otras cinco personas fueron heridas, mientras que en playas de Cancún y de Acapulco ocho personas murieron por las balas de los delincuentes, entre ellas una mujer y una niña.

 

 

 

DE IMAGINARIA

 

Un decreto firmado por el presidente López Obrador permitirá que 12 elementos de las fuerzas armadas de EU tengan paso libre para participar en el Entrenamiento de Ejercicios Combinados Conjuntos, a realizarse en el Centro Nacional de Adiestramiento de Santa Gertrudis, Chihuahua, del 6 de abril al 11 de mayo.

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