Home OPINIÓN “… ¿Y qué de Benito?” – La pluma profana

“… ¿Y qué de Benito?” – La pluma profana

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“… ¿Y qué de Benito?”

 

 

No hace muchos días las redes sociales ardieron como rastrojo cuando un corto video mostraba a un hombre echando así nomás y en un cazo de aceite hirviendo, a un perro que se le había travesado en el camino. Seguro estoy que quienes ahora leen este texto aborrecieron tanto al culpable que desearon con todo su corazón la captura del culpable; otros anhelaron fuera consumido en las llamas del infierno y, en el peor de los casos, hubo quienes pensaron era una exageración condenar a un ser humano por la muerte de un simple animal. Las redes sociales son justamente eso, una sociedad saciando su instinto de opinión sin importarle si su aporte es cruel o armonioso.

Caía la tarde en mi ciudad y tranquilamente volvía a casa. Venía agotado y lo único que anhelaba era meterme a la ducha, cenar, conversar un poco en familia e irme a la cama. Mis pensamientos eran claros, limpios y muy equivalentes a lo tranquilo de mi existencia. En el cruce de Sor Juana Inés de la Cruz y Leona Vicario, un par de niños le daban muerte a un par de sapos que habían tenido la mala suerte de cruzarse en su camino. El horror que me invadió no sólo era por el reguero de vísceras anfibias que habían manchado el rojo adoquín frente al templo de San Julián el Hospitalario, también por la expresión de goce de ese par de chamacos sin sentimientos que claramente parecían revivir la vida juvenil del hombre que representaba el templo frente al cual estaban.

Si profesan la religión católica y conocen un poco del santoral, sabrán que San Julián, llamado el Hospitalario, era Napoleón y Hitler juntos. El grado de crueldad que tenía se desbordaba. No existía la piedad en un hombre que desde niño había sido malvado con los animales. En su infancia había exterminado blancas palomas, inquietas ardillas, hermosos conejos y, al igual que esos niños que vi esa tarde, sapos, ranas y camaleones. Su brutalidad fue castigada de una manera muy justa cuando fue mayor e igualmente se dedicaba a la cacería de placer, es decir, matar sin consumir la carne de sus víctimas. Como dije, su castigo fue ejemplar, pero no voy a entrar en un tema religioso del cual no pueda salir, sólo ahondaré en la idea de que quien maltrata a los animales por el simple hecho de satisfacer un placer personal, tarde o temprano recibe un merecido castigo.

A beneficio de sí misma, la humanidad se ido alineando al ir creando reglamentaciones y duros castigos contra quien maltrate a los animales. Sé que no es una tarea sencilla y que en muchos países no existe tal cosa, pero por lo menos en el nuestro, en México, sí.

Hace tiempo que los circos sufrieron un duro golpe a sus presentaciones sensacionalistas cuando los defensores de los animales lograron que sus peticiones de defensa animal fueran aceptadas. El abuso contra las bestias en los espectáculos callejeros fue cesado. De pronto los grandes circos como Atayde y otros muchos vieron la carencia cuando advirtieron que a la gente le importaban muy poco los payasos y los trapecistas. A la fecha los espectáculos circenses han ido tomando fuerza cuando la espectacularidad de sus artistas fue ganando terreno y haciendo que su arte sufragara la vieja necesidad del espectador por ver leones azotados, elefantes humillados y monos araña explotados.

No hace muchos días las redes sociales ardieron como rastrojo cuando un corto video mostraba a un hombre echando así nomás y en un cazo de aceite hirviendo, a un perro que se le había travesado en el camino. Me cansaría y les cansaría si me pusiera a revelarles el marco histórico de lo que ocurrió en torno a este suceso, mas particularmente en el previo, pero lo que sí deseo expresar es ese tinte de justicia que vino luego cuando, estando prisionero, fue misteriosamente ejecutado. La justicia fuera de la justicia no está permitida, pero sabe tan sabrosa cuando esta se verifica dejándonos un dulce sabor de placer. La verdad no sé si el nombre de Benito era el nombre real del animalito, pero cualesquiera que fuera su nombre, había un reclamo social. Una inquietud y un dolor muy profundo en quienes vieron ese video y expresaron en comentarios que debería buscarse a la de ya al culpable. La verdad nunca había visto, en cuestión de buscar justicia para un animalito, una velocidad tan impresionante por parte de las corporaciones policiacas para dar con el culpable.

La gente estaba enardecida y quien tuvo oportunidad de ver al asesino cerca, no se quedó con las ganas de tirarle piedras, jalarle la ropa, empujarlo y hasta darle de golpes en la cabeza, no sé, hacer algo, cualquier cosa que pudiera satisfacer, aunque fuera un poco esa furia que llevaban dentro.

Para sanación de nuestra alma, podemos decir, como lo hacen los cristianos, que Benito está en un mejor lugar, en el paraíso de los perros si usted quiere, pero de que hubo justicia cuando asesinaron a ese hombre en la cárcel, la hubo. Adieu.

 

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