Por La pluma profana del Markés
Dice Gabriela Mistral que la patria es un regalo a la que tarde en tarde hay que responder, por ello y sin tapujos, no nos pesa decir que los nuevoleoneses Rubio García son una familia de ignorantes que todos deberían de conocer para increparles lo botarates en que se convirtieron en redes sociales a raíz de sus vandálicas ideas en contra de una pieza de tan sólo 65 millones de años.
Estamos hablando de una pieza de piedra ubicada en la Reserva de la Biósfera El Cielo, en el estado de Tamaulipas y que por tener la caprichosa forma de un paquidermo, la historia lo ha llamado “Piedra del Elefante”. Con todo y que el acceso hasta ese sitio es por demás dificultoso e imposible llegar en auto, hasta ahí arribaron los integrantes de una familia de Nuevo León que luego de acampar y pasarla súper en esa bellísima reserva, se ocuparon en maltratar la pieza antes mencionada colocando sus nombres en un sitio y otro. Tras la denuncia del Centro Interpretativo Ecológico, las mismas redes sociales se encargaron de rastrear a tales ignaros hasta lograr dar con algunos de ellos.
Creemos que entendieron su grandísimo error cuando a la vuelta de unos días y al saber que se cernía una justa persecución en su contra, cerraron todo vínculo con el mundo exterior. En un santiamén desaparecieron de Facebook, instagram y hasta de whatsapp.
El atentado y el daño contra lo que se considera legado o patrimonio nacional o internacional de la humanidad está penado con condenas altísimas. Desafortunadamente muchos mexicanos o extranjeros creen que por ser turistas a campo abierto pueden atentar contra lo que no les es propio. Bien podemos hablar de un puente colgante, extracciones de huesos de dinosaurios o rayar pinturas rupestres. De esto último es bien conocida ladepredación en territorioCoahuilense. Existe un gran número de petroglifos de los indiosirritilas y salineros. Estos legaron más de 1500 grabados en rocas. Muchos de estos dibujos manifiestan sus lecturas del cosmos y de actividades de tipo chamánico.
El daño a estructuras, esculturas u otros objetos de índole histórica, no proviene de personas sapientes, eso ni se cuestiona. Indudablemente son ideadas por individuos de una elevada carencia de nacionalismo, educación y de principios morales. Este tipo de actitudes no habita en una clase social en particular ya que lo inculto se inculca por voluntad propia. A la mente se me viene el exgobernador de Chihuahua, César Duarte Jáquez, que en contubernio con el alcalde de Parral, intentó modificar la ancestral plaza Juárez. Ideó quitar de ahí la ya histórica escultura de Juárez y poner en su sitio una escultura ecuestre de Francisco Villa. En tal proceso mandó derribar algunas casas antiguas. Por fortuna en INAH llegó muy a tiempo para detener tan osada y estúpida idea.
¿Cuántos horrores se han cometido al confundir reparar con restaurar? Existe una cantidad muy crecida de edificios históricos básicamente recubiertos de cemento y pintados en colores tan vivos que lindan en lo ridículo. Da pena el que seamos nosotros mismos quienes emprendamos una lucha contra nuestro propio patrimonio. ¿Recuerdan las 23 piezas arqueológicas que mientras se exhibían en el Parque Museo de La Venta en Tabasco, fueron dañadas por unos visitantes que simplemente las rociaron con un líquido salino combinado con aceite? Ante su defensa sólo refirieron que lo que habían hecho era un ritual antiguo. Claro, con todo y la mega multa que tuvieron qué cubrir, el daño estaba hecho. Una restauración para piezas como esas de más de 3200 años de antigüedad, equivalía a una exorbitante cantidad de 300 mil pesos.
Sin duda alguna la preservación de nuestros monumentos históricos recae en buena parte en los ciudadanos. El afán de modernizar tiene sus favores siempre y cuando no afecte lo que identifica a nuestros pueblos. Creo que es cuestión de un patriotismo que debemos atesorar y alimentar con responsabilidad.
No hay pueblo en nuestro país que no posea una historia que lo enaltezca o que lo identifique. Cada pueblo posee su propia gloria, la cual va creciendo conforme su propia gente la vaya puliendo. No hay un pueblo glorificado si no posee ciudadanos que eleven la antorcha para iluminarlo. Existe una enorme cantidad de pueblos fantasmas a lo largo y ancho de territorio nacional. Muchos de ellos han vuelto a florecer porque han tomado el turismo como un ancla de salvación. Bien podríamos citar Real de 14, Mapimí, entre otros. Hoy son visitados por cientos de personas cuando no hace mucho sólo el viento recorría sus solitarias callejuelas. Sólo amando en verdad lo nuestro llegaremos a valorar el simple hecho de que una roca esté sobre otra y que lleve en esa posición más de 200 años.
Luchemos contra el vandalismo cultural, pero más contra nuestra apatía histórica, antecedente neto de tal bandolerismo. Cuidemos de lo nuestro pues finalmente es la única belleza cultural por heredar a quienes se quedan. Adieu.