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El mensaje del Presidente de la Rep?blica, el pasado domingo, fue una m?s de sus conferencias ma?aneras, s?lo que m?s larga y con un p?blico selecto. Fue un ejercicio de autocomplacencia y, m?s que un informe del estado que guarda la Administraci?n P?blica Federal, como lo marca la ley, mostr? el mundo paralelo en que vive el Presidente.

 

En el ?tercer Informe? se reitera el desprecio por las instituciones, las leyes y la Constituci?n. Fue un cat?logo de medias verdades, con un uso selectivo de datos que distorsionan la evaluaci?n de los resultados de su gesti?n y una letan?a de referencias autocomplacientes y festivas, ya muy gastadas y reiteradas, que revelan el agotamiento del discurso presidencial y el limitado alcance del proyecto de gobierno.

 

Todo empieza por asentar la verdad mayor, el argumento central del ?informe?: estamos ante un cambio de r?gimen, y para demostrarlo basta aludir al combate de la corrupci?n y la impunidad para que se d? por buena esta consigna, cuyo uso reiterado s?lo suscita preocupaci?n por el verdadero cambio a un r?gimen autocr?tico. Reaparecieron varios expedientes preocupantes: la revocaci?n del mandato y la regulaci?n de la consulta popular como ejes de la movilizaci?n y la campa?a electoral permanentes.

 

Asegur? que ?el Poder Ejecutivo no interviene en las determinaciones del Poder Legislativo ni del Judicial; respeta las atribuciones y jurisdicciones de las instancias estatales y municipales, no se entromete en las decisiones de ?rganos aut?nomos, como la Fiscal?a General de la Rep?blica, el Banco de M?xico, las autoridades electorales y la Comisi?n Nacional de los Derechos Humanos y se abstiene de interferir en la vida interna de los sindicatos y de partidos pol?ticos?, cuando se ha dedicado a presionarlos, hostigarlos y colonizarlos. M?s que una argucia ret?rica, ?sta es una muestra del estilo ladino y faccioso de ejercer el poder, de despreciar al interlocutor y rehuir el debate racional y honesto.

 

Mucho se ha escrito sobre el enorme peso que tienen en los ?informes? los millones de beneficiarios que suman los programas asistenciales, con la secrec?a del padr?n de beneficiarios y la reserva de votos que representan. En contraste, ya se han hecho ejercicios contundentes entre la realidad vista por el Ejecutivo y la que vivimos millones de mexicanos en forma cotidiana, asediados por el temor y el miedo ante el crimen organizado.

 

Sin aportar evidencia alguna, ahora resulta que los programas sociales van a mejorar la distribuci?n del ingreso, cuando la continuidad de las becas y subsidios est? en riesgo por la baja en los ingresos p?blicos y la virtual recesi?n econ?mica.

 

Lejos de reconocer el impacto negativo de las decisiones econ?micas internas, para el Presidente y su mundo alterno la recesi?n global en ciernes y la incertidumbre del nuevo tratado comercial (T-MEC) ser?n los factores determinantes de la tormenta que viene.

 

Dos grandes ausentes: la autocr?tica racional y el reconocimiento a la sociedad civil. Por el contrario, predomin? un triunfalismo desmedido y soberbio, as? como un alarde por la deseada derrota moral de sus adversarios, que bien quisiera lograr para exacerbar la concentraci?n del poder.

 

En el futuro inmediato, el fin de la ?buena suerte? en lo econ?mico o un duro golpe de realidad como los que hemos visto en d?as recientes con las masacres del crimen organizado o la ira de las mujeres violentadas, podr?an ser las que, lamentablemente, tarde o temprano hagan recapacitar y rectificar al Presidente.

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