Home OPINIÓN OPINION

OPINION

0
0

La demagogia ofende. Las palabras no alcanzan a ocultar la crisis humanitaria que padecen los migrantes en México. El aludido derecho de tránsito y el respeto a los derechos humanos no se constatan en la realidad. Al contrario, el compromiso adquirido de detener su paso acrecienta la vulnerabilidad de quienes, para cumplir su sueño, deben primero sobrevivir a la pesadilla.

En la euforia del triunfo electoral, anunciaron una nueva era para la migración. El entonces presidente electo aseguró que serían bienvenidos y, poco tiempo después de tomar posesión, los invitó a venir, les ofreció trabajo y les dijo que contarían con todas las garantías aquellos que quisieran seguir su camino hacia los Estados Unidos. Por eso dieron la bienvenida y brindaron apoyo a las caravanas migrantes en el inicio del gobierno, al grado que la actual gobernadora de Campeche, Layda Sansores, hasta les llevó mariachis con transmisión en vivo. Pero no tardó en cambiar la situación, radical y dramáticamente.

El punto de inflexión es fácil de ubicar. Donald Trump amenazó con aumentar aranceles a productos mexicanos de manera unilateral e ilegal si no se utilizaba al Ejército para frenar, perseguir, reprimir, encarcelar y deportar a migrantes, por una parte, y se recibían de EU a miles de solicitantes de asilo en lo que duraran sus juicios, por otra. Aunque había mecanismos para litigar, se podía presionar comercialmente a estados republicanos y se contaba con aliados influyentes en el Congreso, el presidente López Obrador aceptó de inmediato las condiciones, algo de lo que el exmandatario norteamericano gusta jactarse en sus mítines.

No obstante haber desempolvado el discurso nacionalista frente a Joe Biden, el gobierno mexicano recién aceptó recibir de EU, al mes, 30 mil migrantes de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Haití. En los hechos, México funciona como Tercer país seguro, sin contar con las condiciones de infraestructura ni los recursos para atenderlos con condiciones mínimas de dignidad y salubridad. Y lo peor es que los viajeros tienen que lidiar con autoridades corruptas que han hecho del maltrato una industria lucrativa.

Cerrar los caminos legales de ingreso significa abrirlos para el crimen organizado, que no sólo hace las veces de pollero. El secuestro es común y piden rescate a las familias de sus lugares de origen. Las vejaciones a mujeres son habituales y no es extraño que las canalicen hacia la trata de personas, lo mismo que niños y niñas. Aunado a eso, sufren extorsiones de policías migratorios, algunos de los cuales los entregan a cárteles que, además, reclutan a jóvenes como sicarios en siniestra leva. Todo eso está documentado en cientos de testimonios, informes y resoluciones de organizaciones de defensa de derechos humanos, que son descalificados desde Palacio Nacional con la consabida mentira de negar que hayan hecho denuncias durante gobiernos anteriores.

La tragedia en un centro del Instituto Nacional de Migración en Ciudad Juárez, habilitado como cárcel ilegal, ha visibilizado el drama migrante en el país y sería imperdonable no atender la calamidad estructural que se cierne sobre ellos.

Redadas en las calles ordenadas por el presidente municipal morenista, Cruz Pérez Cuellar, bajo la sinrazón xenófoba de que “afeaban la ciudad”, precedieron el incendio. Sobrevivientes denuncian cuota en dólares para dejarlos salir. Las condiciones de hacinamiento e insalubridad han sido profusamente relatadas y resulta sintomático que la protesta que terminó en tragedia fuera en demanda de agua.

Resulta espeluznante ver a policías pasear por los pasillos mientras el fuego se extendía, sin inmutarse ante los llamados de auxilio de migrantes desesperados, dejándolos morir encerrados.

Estaban bajo custodia del Estado mexicano y no hay forma de eludir la responsabilidad, pero en este gobierno nadie rinde cuentas y los responsables políticos se saben impunes. Adán Augusto, Marcelo Ebrard y Francisco Garduño creen que con los muy menores chivos expiatorios se cierra el expediente. No dimensionan la presión internacional que vendrá. Pero, al margen de eso, el tema que nos debe ocupar es que México deje de ser un infierno para los migrantes.OPINION

DEJE SU COMENTARIO

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *