Por La pluma profana del Markés
“No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, expuso enfáticamente Voltaire, el gran filósofo francés que por sus ideas de izquierda provocó junto a otros el comienzo de la gran revolución francesa, y tal como sucedió con el efecto “Túnez” en el norte de África, la independencia de muchos países en América.
Hoy, como expositores gráficos, escritos o en proyección de una realidad mundial que se vive día con día tenemos un compromiso enorme con el planeta y con la gente que lo habita. Es necesario llenar nuestros tinteros al tope, sacar plumas nuevas y papel en blanco. Tenemos mucho por decir y por medio del diálogo y la comunicación, darle combate y lucha sin tregua a ese otro contingente de balas y sangre que llena nuestro territorio. Porque por un cazador furtivo de focas, existimos veinte columnistas más que exigimos su preservación; que por un tala montes existimos treinta corresponsales más que apoyamos la protección de las reservas naturales. Indudablemente somos más los que buscamos el bien común que los que se afanan por destruirlo todo a su paso… usted que ahora lee ¿de qué lado está?
Siempre será un placer ser parte de ese selecto conjunto de personas que se afanan día tras día por comunicar al resto del pueblo lo que acontece a nuestro alrededor y que por una u otra razón, ellos no pueden contemplarlo. La noticia escrita, hablada, televisada o recibida por cualquier otro medio, es todo un trabajo en equipo que lleva a la población a estar enterada en tiempo y forma sin que estos tengan, en muchos casos, que salir de casa. Podrá ser una noticia funesta o congratulada, pero igual todos tenemos el derecho de ser y estar informados.
Hoy nuestro trabajo como comunicadores y periodistas es erradicar las tinieblas de desinformación en la que muchos viven, esa horrible ceguera que muchos ciudadanos tienen al no estar enterados de cuanto sucede a su alrededor. Nadie desconoce que cuando los parroquianos no saben sus obligaciones y sus derechos, es sencillísimo abusar de ellos.
La prensa día a día y poco a poco va abriendo los ojos de los habitantes del mundo haciéndolos mucho más modernizados y compenetrados con lo que sucede en la periferia de su vida. Los hace mucho más fuertes y preparados para defenderse de aquellos que buscan mantenerlos en la marginación y en la ignorancia.
La libertad de expresarse va mucho más allá de que me dejen decir lo que se me pegue en gana. Todo cuanto digo tiene una consecuencia, ya sea positiva o negativa. Revelar va mucho más allá que decir algo que otros no saben. Convertirnos en un terrible “WikiLeaks” lo único que acarrearía sería desacuerdos, deserciones, contiendas y en el peor de los casos, muerte. La comunicación noticiosa es un oficio hermoso si se está de parte de quienes buscan lo positivo y jamás el daño moral, físico o económico de quien hablamos.
En más de una ocasión la libre expresión ha sido amenazada en nuestro país, pero al llegar al congreso y la hora de las votaciones, dichos intentos son echados fuera porque una enorme mayoría de los congresistas saben bien que siendo eliminado el libre trabajo del corresponsal, del columnista, del comunicador televisivo o de radio, en ese momento termina la paz, la claridad y empiezan las tinieblas. Es como quitarle la voz a la cantante moda, el bastón a la bastonera o el sol al mediodía. No por nada son tan condenables las bajas que ha tenido el periodismo mundial durante los últimos años en territorios donde la violencia ha tomado por blanco a dichos empleados de la palabra.
Nuestra patria es un vasto territorio tan fértil y hermoso, que todo mundo comunica de un modo u otro sus costumbres y sus día a día. Lo hacen sus pintores, sus poetas, sus escultores y los cantantes. Los corridos han sido desde siempre ejemplo vivo del diario vivir del mexicano. Hoy lo son las canciones norteñas, proyecciones fílmicas y obras de teatro. Aun cuando en la actualidad el movimiento criminalístico ha violentado al artista que de una forma u otra han tocado puntos vulnerables, el juglar comunitario no acabará nunca. El cantante es y será siempre el comunicador popular que a voz en cuello acarrea de un modo musical el modus vivendi de un pueblo. Pasa lo mismo con el reportero, sin él, ya lo dije antes, el mundo dejaría de ser lo que es.
Hoy la prensa no es esclava de nadie. No hay nada que la tiranice, la sojuzgue y le ponga el pie al cuello. Hoy la tinta se chorrea de los tinteros de un modo independiente, autónomo, responsable, digno, franco y espontáneo. Jamás se dirá que nuestra pluma fue débil, sumisa, servil, conformista, corrupta y corta de espíritu… y si un día el destino nos pusiera un buen atajo confinándonos a un laberinto sin salidas, creo que nos crearíamos como Ícaro, un buen par de alas para huir del cautiverio.
Hoy los mexicanos todavía podemos decir con gran orgullo que vivimos un tiempo en el que la constitución nos permite expresarnos libremente y sin tapujos. Es tiempo que decidamos defender tal libertad, que la amparemos como la gallina cuida a sus polluelos porque sólo por ella y con ella es como se vive frugalmente en paz en alma y cuerpo. Sólo así podemos decir que vivimos, como dice nuestro juramento a la bandera, en una patria más humana y generosa a la cual estaremos dispuestos a ofrendar nuestra existencia en cumplimiento de nuestro deber como comunicadores.
Celebremos como celebra la naturaleza su libertad de expresión, amaneciendo cada día con un dulce aroma a frescor y disponibilidad de dar a quien la observa lo mejor de sí.