Home EL MUNDO Lo que no sab?as de Sigmund Freud y su faceta de hipnotizador
Lo que no sab?as de Sigmund Freud y su faceta de hipnotizador

Lo que no sab?as de Sigmund Freud y su faceta de hipnotizador

0
0

La hipnosis, seg?n Freud, serv?a para curar pero su verdadero valor curativo «reside siempre en la sugesti?n» que consiste «en negar en?rgicamente los males de los que se queja el paciente»

MADRID, Espa?a.

«Tengo delante a una se?ora tumbada bajo los efectos de la hipnosis, por lo que puedo seguir escribiendo tranquilamente», se?alaba hace cien a?os Sigmund Freud, fundador del psicoan?lisis, del que se publican ahora escritos in?ditos que acercar?n al gran p?blico su faceta de «hipnotizador».

Durante diez a?os, Freud (Freiberg, 1856 -Londres, 1939) estuvo muy interesado en la hipnosis y la utiliz? en su consulta, pr?ctica que reflej? en numerosos escritos (informes, art?culos y correspondencia) que han sido reunidos y publicados por primera vez de forma organizada por el experto Mikkel Borch-Jacobsen en un libro publicado por Ariel.

M?s de un siglo despu?s de que Freud escribiera estos textos, que seg?n Borch-Jacobsen son esenciales para comprender la g?nesis del psicoan?lisis, «segu?an siendo despreciados o simplemente desconocidos para la mayor?a» ya que, explica, los propietarios de los derechos de la obra del austr?aco consideraban que no ten?an inter?s.

Una vez que la obra de Freud pas? a ser de dominio p?blico, Borch-Jacobsen crey? que hab?a llegado el momento de «llenar esta sorprendente laguna» con esta obra que presenta adem?s numerosas fotograf?as de ?poca.

Tras sus experimentos, Freud escribi? en uno de sus art?culos que se pod?a aconsejar la hipnosis «a cualquier enfermo» siempre y cuando, advert?a, lo practicara un m?dico «con experiencia y digno de confianza».

Seg?n Freud, todo lo que se escrib?a en la ?poca sobre los supuestos graves peligros de esta t?cnica no eran m?s que cuentos.

Consideraba que un 80 por ciento de las personas eran «hipnotizables», aunque reconoc?a que las hipnosis profundas, esas que van acompa?adas de una total docilidad, eran «m?s bien raras o no tan frecuentes» como se desear?a «en bien de la curaci?n».

Pero, explicaba Freud, el grado de docilidad de la sugesti?n depende m?s del paciente que del m?dico, es decir «emana directamente de la buena voluntad del enfermo».

Otro de los art?culos que incluye el libro, una contribuci?n de Freud a un manual para los m?dicos generalistas, aborda la hipnosis desde un ?ngulo esencialmente pr?ctico, con t?cnicas de inducci?n que muestran, paso a paso, como se llevaba a cabo.

Comenzaba sus instrucciones asegurando que la t?cnica del hipnotismo es «un acto m?dico que resulta tan dif?cil de realizar como cualquier otro» y aconsejaba a los que se sintieran un poco «rid?culos» en su dignidad de m?dicos que abandonaran su intento.

La hipnosis, seg?n Freud, serv?a para curar pero su verdadero valor curativo «reside siempre en la sugesti?n» que consiste «en negar en?rgicamente los males de los que se queja el paciente».

Este Freud a la b?squeda de nuevos medios para curar a sus pacientes, calificados en esa ?poca de «nerviosos» o «hist?ricos», consideraba muy ?til la hipnosis para acceder a los procesos del inconsciente.

Freud explica el caso de una paciente «hist?rica ocasional» quien, tras cada parto de sus tres hijos, no pod?a comer ni dar de mamar al reci?n nacido. Tras consultar a varios m?dicos, el asunto se solucion? con varias sesiones de hipnosis practicadas por ?l a pesar de que tanto la madre como su marido ten?an «aversi?n» hacia esos m?todos.

«Me daba verg?enza -le dijo la mujer a Freud- ver que una cosa como la hipnosis obten?a resultados all? donde mi fuerza de voluntad se mostraba impotente».

Pero con el paso de los a?os, Freud abandon? progresivamente el m?todo de la hipnosis y pas? al de la catarsis y despu?s al de la asociaci?n libre, fundamento del psicoan?lisis.

Despu?s de una vida materializada en 23 tomos (sus «Obras completas»), Sigmund Freud falleci? en Inglaterra el 23 de septiembre de 1939, un a?o despu?s de dejar Viena, donde los nazis quemaron sus libros.