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Escondidos y rezando: sobreviven a invasión

Escondidos y rezando: sobreviven a invasión

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Ciudadanos relatan tortura sicológica, detenciones y encierro con explosivos

 

Excelsior

 

NOVA BASAN, Ucrania.- Asustados y hambrientos, los residentes de Nova Basan, un pueblo al este de Kiev, salieron de sus cabañas y granjas luego de que el ejército de su país recuperó la ciudad de la invasión rusa.

Vivieron un suplicio con la ocupación: detenciones, amenazas y un estricto toque de queda que los confinó a sus casas durante más de un mes, sin comunicación con el exterior.

Nova Basan, a unos 96 kilómetros al este de la capital ucraniana, es uno de los pueblos y aldeas recuperados del control ruso tras las batallas ocurridas durante la última semana de marzo y que apenas ahora está volviendo a la vida.

“Fue terrible. La gente no se esperaba algo así”, relató Mykola Dyachenko, el funcionario responsable de la administración del pueblo y las aldeas cercanas.

Él fue uno de los 20 prisioneros que las tropas rusas mantuvieron en custodia durante 25 días de la ocupación.

Lo sometieron unas 15 veces a lo que llamó un “simulacro de ejecución”, mientras lo interrogaban sobre las Fuerzas de Defensa Territorial ucranianas y las municiones almacenadas en la zona.

Dyachenko contó que los interrogadores dispararon un rifle de asalto sobre su cabeza durante el interrogatorio.

Tenía los ojos vendados con cinta adhesiva, pero escuchó y sintió el disparo por encima de su cabeza.

Otros dos hombres también describieron haber sido detenidos por soldados rusos quienes, según contaron, los golpearon con las culatas de los rifles y les dieron puñetazos y patadas.

Uno describió haber sido atado con los brazos suspendidos. Otro, Oleksiy Bryzgalin, de 38 años, trabajador de la construcción, narró que estuvo atado a una silla con una granada entre las piernas durante 30 horas y que dispararon cerca de su cabeza.

Los detenidos eran trasladados de un lugar a otro y retenidos en graneros y sótanos. Solo les daban de comer dos papas al día.

Los detenidos dijeron que escaparon de sus cárceles improvisadas cuando los soldados rusos se preparaban para retirarse el miércoles 30 de marzo.

Los residentes apenas comienzan a salir de sus casas.   Tres amigas lloraron al recibir bolsas de alimentos.

“Todos los días fueron difíciles, pero el día más duro fue cuando nos liberaron”, contó Olha Vdovichenko, de 70 años.

“Todos estábamos escondidos dentro de nuestras casas y rezábamos”, dijo.

 

Otros no tenían comida.

“Llevo días sentada en casa, temblando. Hubo ocasiones en que pasé tres noches sin una vela. No había electricidad ni gas. Todos huyeron y yo me quedé aquí. Sólo tenía papas y algunos pepinos para comer”, contó Maria Rudenko, de 82 años.

Para cuando todo se calmó, los militares ucranianos ya estaban en el pueblo buscando a los militares rusos que quedaban.

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