
Jorge Luis Ríos
ACUÑA, COAH. – Los dedos de Francisco Javier Lumbreras mueven las tijeras con agilidad precisa entre la tela del pantalón que arregla, mientras los alfileres colocados estratégicamente denotan el corte que debe hacer en la pieza, a petición del cliente.
Y es que, con 48 años de experiencia en el oficio, explica que desde hace tiempo dejó de confeccionar trajes, por lo que actualmente 99 por ciento de su trabajo consiste en composturas.
«Hace unos años, mi negocio contaba con una variedad de casimires para que los clientes eligieran a su gusto. Ahora, si algún cliente pide que le haga un traje, tiene que traer la tela y yo solo cobro la hechura», explica.
La casi extinción del oficio, se debe, considera Francisco, a que en la actualidad ya no hay “aprendices” que dediquen casi todo el día a aprender el oficio, y por consiguiente las sastrerías como tal, es decir en donde se elabora la camisa, el pantalón, la chamarra, el saco, el traje completo, casi han desaparecido.
Pero también se debe en gran medida a que la gente prefiere comprar ropa en los almacenes, y aunque les quede un poco grande, prefieren así para luego llevarlos a que les hagan los arreglos necesarios, dice, Francisco Lumbreras.
Pese a que hacer un traje a la medida tiene ventajas para el cliente, como elegir modelo, tela, textura, color, pero sobre todo que quede adecuado al cuerpo, los compradores prefieren actualmente adquirirlo ya hecho.
Hoy en día, las sastrerías, las pocas que hay, se dedican más a remendar o componer prendas, que, a elaborarlas, por lo que el oficio casi se extingue.