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El Hondo, una huella indeleble de sangre y carbón

El Hondo, una huella indeleble de sangre y carbón

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Por: Cristina Flores Cepeda

Sabinas, Coahuila. – La historia de la Región Carbonífera está marcada por el sacrificio de generaciones de mineros que, con su esfuerzo, forjaron el desarrollo de esta tierra. Entre el sudor, la oscuridad y el polvo de carbón, sus vidas quedaron sepultadas en las entrañas de la tierra. Las tragedias mineras han sido un recordatorio constante del alto precio que han pagado estas comunidades, y su memoria es un testimonio de resistencia y lucha, con base a lo señalado por el cronista municipal profesor Ramiro Flores Morales.

La primera tragedia minera documentada ocurrió en El Hondo, en el Tiro 6, un 31 de enero de 1902, donde 141 mineros perdieron la vida, aunque el número real podría haber sido mayor, pues entre 40 y 50 trabajadores orientales no estaban registrados. Esta catástrofe trascendió fronteras y puso en el mapa a este pequeño pueblo minero, así como a la Estación de Sabinas, el punto de comunicación más cercano en ese entonces.

El 31 de enero de aquel fatídico año, el entonces presidente Porfirio Díaz llegó a la región con motivo de un duelo personal: recoger el cadáver de un concuño suyo que había fallecido en un viaje desde Austria. Un percance ferroviario lo obligó a pernoctar en Sabinas junto con su esposa. Nadie se le acercó, pues había prohibido cualquier manifestación de alegría debido a su luto, relata Flores Morales. Sin embargo, su visita lo llevó a recorrer la mina de El Hondo y La Conquista. En un gesto de solidaridad, organizó una colecta entre los asistentes, y los fondos recaudados fueron distribuidos entre las familias de los mineros fallecidos.

La historia minera de la región está plagada de episodios trágicos. El 31 de marzo de 1969, en Barroterán, la tragedia se repitió con la muerte de 155 mineros, convirtiéndose en la peor registrada en la historia de Coahuila. La más reciente y recordada es la de Pasta de Conchos, que sigue siendo una herida abierta en la memoria colectiva. En total, se han documentado 130 explosiones en minas de carbón, cobrando la vida de al menos 1,510 trabajadores. A esta cifra se suman los que han perecido por derrumbes, inundaciones y otros accidentes, duplicando la cuota de sangre que han pagado los carboneros, es decir más de 3 mil.

La minería del carbón no es solo una actividad económica, es la esencia de la Región Carbonífera. La vida de muchas familias ha estado atada a la dureza del trabajo en la mina. Padres, abuelos, hijos y esposos desaparecieron en la boca oscura del socavón, con solo una lámpara y la fe en Dios como guía. Algunos lograron regresar con el rostro cubierto de polvo negro y el cuerpo marcado por el esfuerzo; otros nunca volvieron a ver la luz del sol. Hoy, muchos habitantes han encontrado otros oficios alejados de la minería, pero la raíz que los une sigue siendo el carbón. La historia de la región está escrita con sudor, lágrimas y sacrificio, y las voces de quienes partieron siguen resonando en los corazones de sus familias.

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