
Un cromosoma de amor: la historia de vida de Jerónimo
Por: Cristina Flores Cepeda
Sabinas, Coahuila. – Para Liliana Cabello, el nacimiento de su hijo Jerónimo, el menor de tres, fue un momento de inmensa alegría. La llegada de un nuevo integrante a la familia es siempre una bendición, pero con Jero, como cariñosamente le llaman, el camino se presentó con retos inesperados. Nació con un cromosoma de más, el 21, el síndrome de Down. Sin embargo, para Liliana, su primer pensamiento no fue de lástima, sino de compromiso: “Jamás pensé en ‘pobrecito Jero’ por la condición que tiene. Yo decía: ‘no le puedo quedar mal; tengo que ser la mejor mamá”.
Antes de Jero, Liliana no había tenido contacto con niños con síndrome de Down. Había escuchado del tema, pero nunca lo había visto de cerca. Todo cambió al sostener a su hijo en brazos. Desde ese momento, decidió avanzar sin mirar atrás y comenzar un viaje de aprendizaje constante, todos los días se aprende algo: “Hay que investigar, investigar e investigar”, dice con determinación mientras que Jero permanece en un lado, de pronto voltea a ver a su mamá. Sabe que hablamos de él y observa.
Jerónimo nació en Estados Unidos, y los médicos aseguraron que estaba bien. Pero al regresar a México con solo una semana de vida, presentó bilirrubina (ictericia) y una infección en el ombligo. Fue entonces cuando un médico, a quien Liliana considera un “ángel en su camino”, le hizo una pregunta que cambió su mundo: “¿No te dijeron nada más sobre el niño cuando nació?”. Ella respondió que no. “Él fue quien nos dijo a mi esposo y a mi sobre lo que pasaba con Jero”.
El doctor sugirió hacer un conteo de cromosomas. Ya en Del Río, Texas, la prueba confirmó el diagnóstico de síndrome de Down. La reacción inmediata de Liliana y su esposo fue preguntar: “¿Qué hacemos ahora? ¿Quién nos guía?”. La respuesta fue fría y vacía: “Tienen más hijos? trátenlo como a los demás”. Pero la realidad es que no es tan sencillo, señala.
Criar a un hijo con síndrome de Down va más allá de una atención médica. Liliana ha aprendido que uno de los mayores retos es la integración. “Las miradas curiosas y morbosas son lo más difícil”, dice. En los centros comerciales, en la calle, en la plaza, siempre hay alguien que observa con insistencia. Pero mientras los niños preguntan con inocencia y aceptan con facilidad, algunos lo invitan a jugar, muchos adultos simplemente mantienen su mirada insistente.
Para Liliana, la clave está en educar. Primero a su círculo cercano, luego a la sociedad. No quiere que traten a Jero como alguien “especial”, sino como un niño más. “Tiene sus cambios de humor, está en la adolescencia, pero si le tienes paciencia, él lo logra”, asegura.
Desde que Jero tenía seis meses, Liliana buscó apoyo en el Centro de Atención Múltiple (CAM). Ahí le enseñaron a darle terapia física que ella seguía en casa. A los tres años, tomó una decisión “no sé si buena o mala”: inscribirlo en una escuela privada con una maestra sombra. “Ha funcionado muy bien”, dice. Sin embargo, cuando su maestra de apoyo faltaba, la angustia llegaba. No podía simplemente dejar a Jero en casa, porque la clave de su desarrollo está en la integración. Para Liliana, los CAM son necesarios. “Las terapias ayudan, pero la integración real debe darse en la escuela”, enfatiza.
Los niños con síndrome de Down pueden presentar condiciones médicas adicionales. En el caso de Jero, su diagnóstico de hipotiroidismo llegó cuando cumplía un año. Afortunadamente, con controles anuales y tratamiento, su salud se mantiene estable. “No es un niño de hospital, su corazón está bien”, dice con alivio. Para Liliana, el mensaje es claro: no perderse en el miedo. “No pierdan la fe ni la confianza en ustedes mismas. Somos mamás, antes que nada, y nuestros hijos no son diferentes, son hijos”, afirma con convicción.
Admite que hay momentos de frustración, sobre todo cuando no hay apoyo. Cuando falta una maestra de apoyo o cuando la sociedad impone límites. Pero su filosofía es clara: “No podemos meterlos en una burbuja. Creemos que los protegemos, pero en realidad los limitamos, y eso no está bien”. Liliana no solo es madre de tres hijos, sino también la voz de muchas mujeres que atraviesan por una situación similar. Su historia es un testimonio de amor, lucha y valentía. Un recordatorio de que, con paciencia y determinación, cualquier niño, sin importar sus condiciones, puede alcanzar sus sueños. Su maestra sombra Dora Álvarez Villarreal hace un llamado a la inclusión a toda la gente.
Un cromosoma de más no la detiene, el amor por sus hijos no la detiene y la inclusión debe ser una constante. Jero es muy capaz, aprende con facilidad y el mundo que nos rodea es para todos.
