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El pr?ximo martes 30 de abril el Ejecutivo federal entregar? a la C?mara de Diputados el proyecto de Plan Nacional de Desarrollo correspondiente a su administraci?n.

 

Podremos saber entonces si se trata de un instrumento t?cnicamente consistente, que facilite y promueva la actividad social y productiva, o si se trata de un ejercicio de la ret?rica sexenal, una versi?n recargada de los libros de campa?a.

 

Veremos tambi?n, qu? tan en cuenta se habr?n tomado las aportaciones y propuestas de la poblaci?n, igual que se han ignorado las propuestas y visiones de los agentes productivos, como las c?maras empresariales, que han demandado poner el respeto al estado de Derecho al centro de cualquier proyecto de desarrollo.

 

A juzgar por el discurso pronunciado por el Presidente el 17 de marzo, al clausurar el Foro Nacional de Consulta, el proyecto de Plan Nacional de Desarrollo ser?, seg?n sus palabras e interpretaciones ?el fin de la pol?tica neoliberal? y, podr?amos decir, la inauguraci?n del pensamiento ?nico, el del post neoliberalismo obradorista.

 

Se presentar? al ?neoliberalismo? como culpable de los males del pa?s y c?modo pretexto en caso de fracaso de su proyecto de naci?n.

 

Desgraciadamente, lejos de compartirnos su visi?n sobre los tres ejes tem?ticos y otros tantos transversales que estructurar?n el plan, encontramos en este discurso los lugares comunes de pol?tica social lanzados en campa?a: honradez y honestidad, no dejar a nadie ni atr?s ni afuera, ?tica, libertad y confianza, una sociedad m?s fraterna y amorosa, etc?tera.

 

Y en lo econ?mico, una premisa elemental, promover una econom?a para el bienestar y una divisa llamativa: que ?el mercado no sustituye al Estado?, y antes bien, que el Estado sustituir? al mercado, tal como se aprecia en los proyectos estrat?gicos impulsados por esta administraci?n.

 

Quedan armadas as?, las dos piezas de la bisagra del modelo post neoliberal que estamos por conocer: una pol?tica social extensiva e indiscriminada de otorgamiento de transferencias monetarias directas y de licencias garantistas gratuitas, a poblaciones cada vez m?s amplias, por un lado, y una econom?a donde el Estado recupere funciones productivas no estrat?gicas.

 

De ah? que se vislumbre un retroceso en diversos aspectos esenciales, ausentes en lo dicho hasta ahora: una visi?n de desarrollo basado en la promoci?n de la inversi?n y la generaci?n de empleos, perpetuando a los m?s necesitados, como el propio Presidente los refiere, en su pobreza y su necesidad.

 

En un interesante ejercicio, Luis de la Calle analiz? las propuestas del Presidente, contenidas en su Plan de Naci?n y otros documentos oficiales, en comparaci?n con los 10 puntos del ?Consenso de Washington?, reconocido como la esencia del neoliberalismo. Resulta que su gobierno califica con 8.5 en el dec?logo, apenas alejado de la m?s pura ortodoxia.

 

Lo delicado de este hallazgo es que evidencia que el Presidente se maneja con una doble agenda y que, cuando haya creado las condiciones para ello, dar? un viraje radical a sus pol?ticas, ante la imposibilidad de cumplir sus promesas. Es un escenario indeseable, pero altamente probable: el de un plan que, antes que para el desarrollo, resulte dise?ado para el retroceso.

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