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Leónidas da Silva, la primera gran estrella del fútbol brasileño

Leónidas da Silva, la primera gran estrella del fútbol brasileño

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BRASIL.- Leonidas da Silva, durante su etapa en el Sao Paulo. | Archivo

Brasil es, probablemente, el país que más leyendas futbolísticas ha generado. En una nación que vive el fútbol como algo sagrado, capaz de conquistar cinco Copas del Mundo, la irrupción de jugadores que han sido considerados, en un momento u otro, el mejor del planeta ha sido constante.

Pero, como en todo, hubo un pionero. Porque antes de los Vinicius, Neymar, Ronaldinho, Ronaldo, Romario, Sócrates, Zico, Garrincha, Pelé… fue él, Leônidas da Silva. La primera gran estrella brasileña. El futbolista que abrió el camino en el país del fútbol.

El Diamante Negro

Nacido en Río de Janeiro el 6 de septiembre de 1913, la relación de Leônidas da Silva con el fútbol nació casi por casualidad. Una seña de identidad de los astros brasileños no sólo del siglo pasado.

Al pequeño Leônidas le gustaba pasar largas horas jugando al fútbol, pero fue gracias a su trabajo como repartidor de ollas como comenzó todo. Entre sus clientes se encontraban algunos jugadores del São Cristóvão, que no dudaron a la hora de invitar a aquel simpático niño a disfrutar de una de sus pachangas. No tardaron en darse cuenta de que tenía algo especial, y consiguieron incorporarle en las categorías inferiores del club.

Aunque no sería ahí donde Leônidas crecería. Con 17 años firmaría por el modesto Bonsucesso, que le permitiría debutar en el fútbol amateur. Su fichaje se cerró a cambio de un par de trajes y dos pares de zapatos. Y es que Leônidas brillaría siempre, además de con el balón, por su elegancia a la hora de vestir.

Sólo un año más tarde ya formaba parte de la selección brasileña que disputaría la Copa Río Branco de Uruguay. Copa que se llevaría Brasil, tras imponerse en la final por 1-2. Leônidas fue el autor de los dos tantos.

Sería en ese campeonato, y sobre todo después de su exhibición en la final, donde nacería el apelativo que le acompañaría durante toda su vida: «El Diamante Negro». Y ante tamaña irrupción, fueron varios los países que quisieron llevarse aquel joven brillante futbolista a sus ligas. Con Uruguay, precisamente, a la cabeza. Y Leônidas terminó recalando en el Peñarol de Montevideo. Aunque la experiencia duró poco. Al año siguiente ya estaría de regreso a Brasil.

La eclosión en los Mundiales

En 1934 formaría parte de la expedición brasileña que disputaría el primer Mundial de fútbol en suelo europeo. No fue un gran torneo para una selección que aún no era una de las grandes potencias mundiales. De hecho, no era ni siquiera la canarinha. Pero Leônidas ya dejó su sello. Suyo sería el único tanto de Brasil en el campeonato, en la derrota ante España en octavos de final (1-3).

Muy diferente sería el Mundial de Francia de 1938. Ahí Brasil terminaría tercera, únicamente superada por la que a la postre se proclamaría campeona, y Leônidas da Silva sería el máximo realizador del torneo, con siete goles.

Su gran exhibición llegaría en el encuentro de octavos de final ante Polonia, disputado el 5 de junio de 1938. Justo hoy hace 85 años. Un duelo histórico, en el que los sudamericanos se llevaron el triunfo en la prórroga por 6-5. Tres tantos materializaría Leônidas, mientras que en el equipo europeo brillaría Ernst Wilimowski, con cuatro goles.

Y entre esos tantos logrados por Leônidas, uno destacaría especialmente. Uno quedaría para el recuerdo de los mundiales. Lo explica el propio futbolista, en una entrevista para TV Cultura: «El campo estaba muy embarrado, y no podía continuar con esas botas. Salí fuera, y comuniqué al técnico que necesitaba otras botas. Pero yo tengo un pie delicado. Un 36. Y no hubo manera de encontrar unas botas de ese tamaño. Ni siquiera entre mis compañeros de equipo. Entonces, mientras estaba fuera, nos pitaron una falta a favor, y decidí entrar en el campo para ayudar a mi equipo. Sin las botas. La pelota pegó en la barrera, y me llegó a mí. Y marqué gol. El árbitro no se dio cuenta, porque hubiera anulado el gol. Pero subió en el marcador, y ganamos a Polonia».

En la ronda de cuartos de final, Leônidas lograría dos goles más ante Checoslovaquia, en un duelo que necesitó de un partido de desempate. Y tras perderse por lesión el encuentro de semifinales ante Italia en el que sucumbiría Brasil, Leônidas volvería a anotar dos tantos en la final de consolación ante Suecia (4-2).

Aquel campeonato mundial, en el que además de máximo goleador Leônidas fue elegido mejor futbolista, supuso la consagración de un astro. La primera gran exhibición de un brasileño. En Europa, y de cara al mundo. Fue el que vino a enseñar al resto del planeta que Brasil era, y sería, una cuna de inmensos talentos.

«El hombre de goma», le bautizaría la prensa gala, anonadada por la sorprendente capacidad de Leônidas a la hora de encarar, de regatear, y de rematar.

Tanto, que durante mucho tiempo se afirmó que él había sido el inventor de la chilena. «Yo nunca vi a nadie hacerla antes», diría. Y tal vez tenga razón. Pero no es menos cierto que ese acrobático remate hacía tiempo que se había inventado. Y por un español, que jugaba en Chile. Ramón Unzaga, de quien ya hemos contado aquí su historia…

La primera gran estrella

Al regresar a Brasil, Leônidas sería recibido como un héroe. Una leyenda. Vitola de la que ya no se desprendería durante el resto de su vida. Su fama se multiplicó, protagonizó películas, anuncios… e incluso se comercializó un chocolate con su nombre, «Diamante Negro». Ante tanto reconocimiento, contrataría a un periodista para que se ocupara de su imagen y de su promoción. Algo habitual hoy día, pero totalmente inaudito en aquella época.

Con todo, continuó marcando goles y ganando títulos. Primero en Flamengo y, después de protagonizar en 1942 el traspaso más caro hasta la fecha en el fútbol sudamericano, en Sao Paulo. Más de 500 dianas se le atribuyen a lo largo de toda su carrera, ya sea a nivel de clubes o a nivel de selección. Lástima que, por culpa de la Guerra, no pudiera disputar los mundiales de 1942 y 1946. Hubiera llegado con 29 y 33 años, respectivamente. Probablemente su leyenda hubiera sido aún más grande.

En cualquier caso, Leônidas, y coincidiendo con Heleno de Freitas, Zizinho o Ademir entre otros, se llevaría la Copa Roca de 1945 ante Argentina y la segunda plaza en el Torneo Sudamericano de 1946. Se retiraría como futbolista en 1950.

Probó fortuna en los banquillos, como asistente primero y como técnico después, siempre en el Sao Paulo, aunque no se le dio tan bien como jugar al fútbol. Posteriormente pasó por la televisión brasileña como comentarista, y continuó realizando anuncios y películas, normalmente representándose a sí mismo como futbolista estrella.

Leônidas da Silva fallecería a los 91 años de edad en Sao Paulo. Se marchaba poco después de ver cómo Brasil ganaba su último Mundial. Cómo otra estrella, que por cierto se había iniciado en el São Cristóvão como él, Ronaldo Nazario, se consagraba. Cómo su legado continuaba. Porque sí, él fue el que inició el camino de Brasil a la gloria. Él fue el Pelé antes de Pelé. El Ronaldo antes de Ronaldo. La primera gran estrella del fútbol brasileño.

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