Una política fiscal para atraer inversiones extranjeras a cualquier país es la de cobrar impuestos muy bajos e incluso exentar de ese pago a a las empresas que deciden realizar sus inversiones dentro del territorio del país que ofrece este “beneficio” fiscal. Un ejemplo de esta política tributaria es la zona libre de la frontera norte de México, la cual abarca 43 municipios, en los cuales el gobierno federal cobra 8% de IVA y el ISR sólo del 20%.
Esto se realiza con la intención de que esas zonas fiscales sean atractivas para la inversión y así generar empleos, consumo, crecimiento y desarrollo. Política que se aplica tanto en países desarrollados como en los que se encuentran en vías de desarrollo, sin importar su ubicación geográfica o su riqueza.
Con el Covid19, el mundo, la sociedad y por supuesto la economía cambió, se tuvieron que realizar ajustes inmediatos y otros con lentitud para así intentar volver a alcanzar niveles, como el del PIB, previos a la pandemia.
Uno de estos ajustes o cambios, que no se han aplicado tan rápido, es el impuesto global, pero no se apure, que a la inmensa mayoría de nosotros no nos lo cobraran, pues se trata de impuesto que únicamente se aplicará a aquellas empresas transnacionales, alrededor de 100, que obtienen ingresos anuales superiores a los 868 millones de dólares.
La propuesta inicial, realizada por los Estados Unidos, fue de cobrar un restante del hasta el 21% de las utilidades de las transnacionales, hoy se busca que sea sólo un 15%. Es importante explicar que ese porcentaje no es total, ya que los gobiernos donde se tenga la sede de la empresa sólo cobrarán el diferencial del ISR que se cobra en el país donde se produce la mercancía hasta el 15%, diferencia que llegará a las arcas del gobierno del país de donde se origina la inversión.
140 países, representando el 94% del PIB mundial, en el 2021 acordaron la implementación del impuesto mínimo global, con lo que se busca recaudar 150 mil millones de dólares.
Existen muchos comentarios a favor y por supuesto en contra de este intento de impuesto global, las consecuencias y resultados serán distintos, se ajustarán los flujos de inversión en el mundo, el cobro del ISR se modificará, existirán ganadores y perdedores. Ojalá que este impuesto no se convierta en su propia antítesis pues debemos de recordar que el objetivo real de los impuestos es la redistribución del ingreso.
El proceso de globalización pareciera que sólo tiene como límite, hoy, el mismo mundo, pues de manera cada vez más evidente, aunque lenta en muchos aspectos, como el del cobro de los impuestos, tiende hacia la estandarización global.