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EL VIAJERO VINTAGE

EL VIAJERO VINTAGE

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AUTOR: JUAN DE DIOS JASSO AREVALO

Dios no me dio hijos, pero sí uno que no era mío y para no cuidarlo. Viviendo aquí en la Rovirosa, desde mis dieciséis fui hermoso y fogoso, pero sólo con mamá. Nací diferente a los demás, pero único para ella.

-Nadie te menospreciará, Rubén, porque eres un hijo de Dios. Naciste sin “cositas”, pero es bendición porque eso solo te llevará al pecado.

Mamá exageraba, había nacido con miembro, pero sin testículos. Me llovían las chicas, pero ella me las espantaba antes que conocieran mi defecto. Todavía tenía quince años y ella me bañaba tan a conciencia, hasta que terminé por decirle un día que sus manos me incomodaban. Diez Ave María y sus respectivos Padre Nuestro, fueron mi castigo. Mi primera vez con mamá fue solemne. Rezamos, leímos Salmos y comimos hostia.

-De no haber nacido deforme, serías tan igual a tu padre: Blanco, tetillas lindas y pies de querubín.

Cada que mamá se satisfacía conmigo terminaba llorando. Me golpeaba los genitales y me abofeteaba con furia mencionando el nombre de mi padre. El Todopoderoso le había dado un hijo bello y antojable a las mujeres, pero sin la posibilidad de hacerla abuela.

Kikus no es mi hijo por voluntad de Dios, pero su madre Katy sí es mi mujer por voluntad mía. Mamá siempre estuvo en desacuerdo de que la trajera a casa, y menos con un chamaco de siete años. Nunca la trató bien. De putona y callejera no la bajaba. Lo primero sí era, la saqué del “Botanero” un día cualquiera después de beberme una veintena de cervezas y hartas caricias de su parte.

-Katy es buena mujer, mamá. Se vendrá a vivir con nosotros.

Mamá nos espiaba, lo sabía. Cuando vio que con lo que tenía podía satisfacer a esa “Caldea perjura”, como ella la llamaba, se le encendió la sangre. Hizo cuanto pudo para echarla de mi vida. Entonces decidí que la que tenía que irse era ella. Kikus me ayudó a despedirla.

Katy es bella, pero también necia. Hace tiempo que me quiere dejar, pero no es fácil hacerlo. Mamá decía que la Biblia dictaba que la mujer debía ser ayuda idónea al hombre, por eso Katy está aquí, pa sacarme todas las ganas acumuladas de saberme un hombre distinto.

-Entiende, Rubén. Apenas te vean y se reirán de ti. Yo no, porque soy tu madre, pero también mujer… anda ven acá, déjame tocarte y hacerte sentir completo, anda, ven, ven.

El Kikus no me importa, ha dejado de molestarme con sus quejas de que tiene hambre, que lo deje salir a pedir algo de caridad, pero hacerlo sería echarme encima a medio mundo.

-Tráeme al Kiko, Rubén, aunque sea un ratito para verlo.

-Tu chamaco ya está muerto, Katy, deja de estar preguntando por él.

-¡¡¡No me digas eso, no te creo!!!

-Deja de estar gritando, pendeja… ¿quieres de vuelta el calcetín en el hocico, pa que dejes de berrear?

-Trae al niño, por favor.

-Si al cabrón de su papá no le importó, menos a mí. Así que ni preguntes por él. Pa esta hora las hormigas y gusanos ya se lo han de haber tragado.

Al Kikus lo tengo en la azotea. No lo mataría, idiota no soy. Además, es quien me acarrea el agua, tira la basura y hasta me sirve de mujer cuando la Katy anda en tiempos rojos.

-Déjeme ir don Rubén, prometo no acusarlo.

Sé que me acusaría. Solo él sabe que su abuela está bajo el granado.

A la Katy y a su chamaco los metí a la casa  de noche. Desde entonces nadie sabe que vivo con alguien más. Desde hace años medio mundo cree que mamá se fue a Monclova y que soy un solterón que va y viene de Falcomex como cualquier otro.

Kikus estaba que se moría en la azotea. Antenoche se me pasaron las copas y olvidé que lo había obligado a estar boca abajo por no saber tocarme como su madre. Al amanecer estaba que tosía y con un dolor de pecho. No es que me preocupe que se muera porque ya tengo en mente donde ponerlo, ¿pero entonces? Hay tanto por hacer en esta casa que yo no haría.

 Que le vaya bien al resto no es de Dios. Si ese de arriba presume ser justo, misericordioso y siempre fiel, conmigo no lo fue, por ello mi lema tiene ciencia, validez, acierto.

Cometí el error de sembrar a Kikus muy encimita creyendo que mi barda era lo suficientemente protectora. La vecina de dos calles atrás vino a buscar a su perro que le dijeron brincó quién sabe cómo a mis patios. Su perro ya no existe pues lo encontré con el cuero cabelludo del Kikus en el hocico. Olía muy feo después de casi un mes bajo tierra.

Cuando la policía vino a buscar el perro fino de mi vecina les dije lo había  enterrado junto a la mora y ya conformes se fueron. Vendí mi lavadora para pagar la multa, pero no pasó de ahí.

Katy se avejentó desde que dejé de hacerle el amor. Ya no es la misma y lejos está de hacerlo como mamá, por eso no merece que la alimente como si valiera algo. Anoche cuando le ponía pomada y vendajes en las llagas que le hizo la soga, me lanzó un escupitajo. Me acordé de mamá, sólo que mamá me pasaba la saliva desde su boca porque así me transfería, según ella, la esencia de Dios. Y le creo porque más de una vez vi al padre hacerle eso en la sacristía. Era muy niño, pero inteligente y obediente.

-Tú no eres mamá, Katy. Solo su saliva tiene sanación. Te recuerdo que te saqué de un putero y eso no te volverá salva, ya lo decía mamá.

-¡¡Tu mamá era una enferma, Rubén, una loca que envidiaba mi juventud!!

-¡¡Cállate!!

-¿Qué? ¿Me volverás a pegar? ¡¡Hazlo, poco hombre!! Bueno, y vaya que lo eres.

-Te mataré lento y te tragarás tus palabras.

-¿Como a tu madre me matarás? Ahí la tienes, bajo el granado, lo sé… déjame ir, Rubén, por favor.

-Ya que Kikus te lo contó te diré que mamá está sembrada ahí porque no podía ponerla junto al resto del mundo en un panteón. Ella merecía seguir dando vida… ¿has visto el color de las granadas? Rojas como su bendita sangre.

Me gusta venir al templo del Sagrado Corazón aquí en la colonia Del Seis. Rezo por mamá, Katy, Kikus y hasta por el perrito que tuve que matar.

Dios no me dio el don de procrear, pero sí ser hijo de un sacerdote que hizo con mi madre su virgen. Mamá me obligaba a poner la mejilla para ser abofeteado cada que me encontraba mirando a una mujer. Solo debía ser ella y ninguna otra. Ya crecido me vestía de sacerdote, se ponía de rodillas y recreaba lo vivido con mi padre.  Obedecía y soportaba las humillaciones porque sabía que el día de mi redención llegaría… y llegó.

@derechosreservadosindautor

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