
Alumna de secundaria recuerda los elementos del Altar y su significado
Jorge Luis Rios
ACUÑA, COAH. – La ofrenda es ese ritual colorido donde el individuo y la comunidad están representados con su dádiva; es un acto sagrado, pero también puede ser profano: la tradición popular es la simbiosis de la devoción sagrada y la práctica profana, narra en un Blog el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) y en Acuña, la alumna de 3º B de la escuela secundaria Luis Donaldo Colosio, Melissa Joselyn Gutiérrez, nos recuerda los elementos y su significado en un Altar de Muertos.
La ofrenda del Día de Muertos es una mezcla cultural donde los europeos pusieron algunas flores, ceras, velas y veladoras; los indígenas le agregaron el sahumerio con su copal y la comida y la flor de cempasúchil (Zempoalxóchitl).
Ofrendar, en el Día de Muertos, es compartir con los difuntos el pan, la sal, las frutas, los manjares culinarios, el agua y, si son adultos, el vino. Ofrendar es estar cerca de nuestros muertos para dialogar con su recuerdo, con su vida. La ofrenda es el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria, destaca el INPI en su Blog.
La ofrenda, tal y como la conocemos hoy, es también un reflejo del sincretismo del viejo y el nuevo mundo. Se recibe a los muertos con elementos naturales, frugales e intangibles -incluimos aquí las estelas de olores y fragancias que le nacen a las flores, al incienso y al copal-.
Si faltara uno de ellos, subraya el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, se pierde, aunque no del todo, el encanto espiritual que rodea a este patrimonio religioso.