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Calor de Hermanos

Calor de Hermanos

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AUTOR: JUAN DE DIOS JASSO AREVALO

#EL VIAJERO VINTAGE

@derechosreservadosindautor.

Asomándome a la estufa la vi ahí, con sus ojitos vidriosos y su alma tibia. Lina Popoy está a salvo del frío y de las maldades de Mela, esposa de papá y enemiga de nosotros.

La rinconada Oaxaca, aquí en la Morelos de Rosita, es silenciosa. Es un callejoncito tímido, de casas viejas y vecinos borrachos. Papá, acostumbrado al silencio, no convive con nadie, nomás con la bestia.

Lina es mi hermanita. Tiene un lunar encima de su ceja izquierda qué la hace ver coquetilla, y otro grande y desparramado en su nalguita derecha que la hace ver horrenda. Al menos eso dice Mela, que en esta noche de invierno nos tiene metidos aquí y en el patio con los guajolotes mientras ella y papá comen chicharrones de puerco mojados en salsa. Amo a Lina Popoy porque es una criaturita hermosa que no se merece los pellizcones, jaladas de chongo, cachetadones y atragantadas de sopa de manos de Mela. Yo la cuido, pero cuando me pescan sobándole las heridas me va re peor. No me importa el dolor, menos cuando viene de ella. Me duele cuando papá se me viene encima, porque ella se lo pide, porque tiemblo cuando veo el trozo de carbón en la tenaza que me pega al chamorro, que sólo deja escuchar un psssssss cuando se pega en mi piel.

Tengo ocho años y mi piñata de seis fue de La Pantera Rosa. Me gusta el rosa, más cuando Mela me viste con ropa de niña y de ese color para molestar a papá. Cuando mamá vivía, él era otro. Me llevaba a la lucha libre, a comer con mamá en El Gallito y claro, de paso llegar a El Mundo del Juguete por algunas canicas, trompos o baleros. Pero mamá se fue al cielo y del infierno vino la bestia a conquistar a papá. Entonces dejamos la colonia Sarabia para venir aquí, de noche y sin que nadie supiera que existíamos.

Ayer hice un reguero de frijoles en el piso porque se me reventó la bolsa. Mientras los recogía vi los gruesos dedos de uñas torcidas de Mela. Cuando miré arriba, lo único que vi fue un grasiento sartén dándome en la cabeza. Linita se echó a llorar y ya no supe si le hizo algo o no porque al despertarme, estaba yo en el catre y todavía con un fuerte dolor de cabeza.

Desde ayer dijeron en la radio que hoy pegaría el frío aquí, y le atinaron. Carmela nos metió a Lina y a mí en un bote de basura vacío. Papá salió nada más para darnos una cobija y unas galletas de animalitos. Me dan ganas de meterme al cuarto en el que Mela hace los pasteles. Podría prender la estufa y calentarnos. Ella y papá están que gimen y gritan quitándose el frío. A lo mejor ni chicharrones nos dejaron.

Lina y yo sólo nos abrazamos porque la cobija es muy delgadita y no nos quita el frío. Soy un niño helado de manos y pies. No quisiera tocar a Lina, pero si no la abrazo temblará más de lo que tiembla ahora. No llora, ella sabe que llorar nos trae palizas.

Algo cruje afuera. Asomándome veo el agua que nos dejó papá en una ollita, está congelada. Un guajolote picoteó el hielo, bebió poquita agua fría y se fue.

Ya no escucho ruidos, ¿ya se habrán muerto? No puedo esperar a enterarme, Lina se me morirá primero si no me muevo. Vamos, niñita, nomás no hagas ruido. Vamos al cuarto calentito, ahí no moriremos, por lo menos no de frío, de hambre quién sabe.

Batallé un poco, pero logré encender el horno. Lina ya está dentro porque no cabemos los dos.

-Métete hasta el fondo y toma el cobertor para que no tengas frío; estoy más grande, soy hombre y aguantaré más.

No sé que temperatura sea mejor, pero giré la perilla hasta donde la ponía Mela para hornear los pasteles.

Asomándome a la estufa la vi ahí, con sus ojitos vidriosos y su alma tibia. Lina no saldrá hecha un pastel porque no tiene los ingredientes necesarios para que se haga un pastel. Tampoco se hará un panqueque porque ni harina le puse. Esperaré un rato, la sacaré y entonces me compartirá de su calor… ¿sabrá mi hermanita que pronto estaremos sólo ella y yo en esta casa? Cuando papá volvió de la carnicería y Mela preparaba el bote en el que nos metieron, me ocupé en rociar con polvo para hormigas los chicharrones, y a la morcía, croquetitas para ratones. Oye Lina, está muy oscuro ahí dentro, ¿Estás bien? Bueno, bien calentita. Bien por ti, yo muero de frío. Tal vez ni pase esta noche… ¿ Sabes qué, niña? Déjame echar un vistazo allá, a ver como va la cosa. No te me vayas a salir de ahí porque ya muchos quisieran estar calentitos como tu.

¡¡Ay!!, perdón, Lina. Espero no haberte despertado. Es que pegué mi oreja a la puerta del horno y está que arde. Oye, Lina, Papá está tirado en el suelo, no sé si por borracho o porque el venenito ya le hizo efecto. Mela está en la mera entrada de la casa, como que venía para acá y nomás no llegó. Nos salvamos de una nueva paliza. Oye, como que hueles raro, hermanita… ¿ Estás despierta o dormida? En un rato más te saco para cambiarte de mantilla. Me traje de la casa dos chaquetas de papá, una para mí y otra para ti.

Bueno, ya pasaste mucho tiempo ahí dentro, ya hueles muy mal. Te cambio, te visto, me pongo mi vestido rosa, te subo al cochecito y te llevo de paseo al mercado… ¿y si alguien se ríe de mi vestido, Lina? Ahhh, qué tiene, traigo lo que traía papá entre las piernas y el fue más mujer al lado de la bestia, así que bueno, déjame sacarte de lo calentito, mi querida Lina Popoy.

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