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Aquí en confianza

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Iván Garza García

 

 

La línea verde de Saltillo

 

 

Podría tratarse de una obra cualquiera como muchas otras cuya construcción es puesta en marcha con cierta recurrencia o se inaugura como parte de las actividades gubernamentales, pero no es así. Ayer, a quienes vivimos en la capital del sarape, del pan de pulque y las rondallas, nos fue entregada la Línea Verde de Saltillo; obra que desde su proyección y ejecución revistió un especial significado.

 

Hace ya varios años, a finales del 2015 para ser específicos, el hoy Gobernador de este pedazo de México llamado Coahuila – siendo alcalde de Torreón – cortó el listón de la primera etapa de un parque lineal instalado al oriente de la “ciudad de los grandes esfuerzos”. Previo a ello, la tarea fue ardua; había que hacer las gestiones necesarias ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público para obtener en comodato el derecho de vía del ferrocarril que otrora transitaba por aquellos lares. El político lagunero sabía bien cómo hacerlo y puso manos a la obra; su paso por la Cámara de Diputados le reditúo en buenas relaciones y mejores oficios. De esa forma empezó el proyecto que se convertiría, junto con el multideportivo “La Jabonera”, en icono de aquella administración municipal. Los tiempos eran otros y los recursos federales eran indispensables para conseguir el propósito, de manera que quienes fungían como diputados se dieron a la tarea de atraer los dineros necesarios para ese fin. El resultado alcanzado no tenía precedentes en el norte del país; donde antes había un basurero se logró la instalación de casi cinco kilómetros de áreas para la recreación y el deporte; 90 mil metros cuadrados de parque; más de ochocientos árboles; ciclovía; quince módulos de juegos infantiles; gimnasios al aire libre y hasta una alberca olímpica formaron parte de una obra laureada por propios y extraños. Hoy, debemos decirlo, el referido espacio se encuentra en total abandono, pero – como diría la famosísima Nana Goya – esa es otra historia.

 

No es un secreto que Miguel Riquelme hablaba (y lo sigue haciendo) con orgullo de la Línea Verde de Torreón; de ahí que siendo candidato a la gubernatura haya generado el compromiso de construir un parque similar para Saltillo.

 

Reza el refrán que no hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla y lo que antes fue una promesa, ahora se llevó al plano de la realidad para el beneficio directo de más de 60 mil saltillenses. Ubicada entre las colonias Guerrero, Hidalgo y Federico Berrueto Ramón, en el sur oriente de la capital coahuilense, la Línea Verde de Saltillo – además de ofrecer a los vecinos canchas, pistas, gimnasios, centro comunitario y hasta una explanada cultural – cuenta con vigilancia las 24 horas del día; un circuito cerrado de diez cámaras de vigilancia conectadas al C2, además de un cuerpo administrativo encargado de su mantenimiento y conservación. La idea, como lo manifestó el alcalde sarapero, es mejorar sustancialmente la calidad de vida de las personas que habitan aquel sector.

 

Lo que poco se dice es que la inversión para la construcción de la obra derivó de una mezcla de recursos estatales y municipales, a los que se adicionaron dineros provenientes del impuesto sobre nómina. Sin duda, lo antedicho merece mención aparte pues los empresarios saltillenses se sumaron efectivamente al proyecto de marras en un claro ejemplo de los resultados que pueden alcanzarse cuando existe una verdadera coordinación de esfuerzos entre la sociedad civil y el gobierno.

 

Aquí en confianza, la nota distintiva del evento inaugural de la Línea Verde de Saltillo la llevo una vecina que – en uso de la voz – agradeció a nombre de la comunidad la entrega de la obra; ella, aclarando la voz y haciendo a un lado el papel en el que llevaba escrito su mensaje, se dirigió al respetable para afirmar: “en Coahuila no necesitamos encuestas para saber que tenemos al mejor gobernador y en Saltillo al mejor alcalde”. Por supuesto, cada quien puede tener su propia opinión al respecto; sin embargo, cobra vigencia lo escrito por el ecuatoriano José Joaquín de Olmedo, quien fuera diputado a las Cortes de Cádiz: “Un buen gobierno es donde buenas acciones hacen felices a buenos ciudadanos”. Ahí se los dejo para la reflexión.

 

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