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Aquí en confianza

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Iván Garza García
La nueva campaña de Trump y su confusa narrativa
“América para los americanos” (que no para los americanistas Lino, Gándara y demás aficionados de similar predilección), así se sintetiza la llamada Doctrina Monroe, elaborada por John Quincy Adams y atribuida a quien fuera el quinto presidente de los Estados Unidos, James Monroe, con la cual se reafirmaba la postura de esa nación en contra del colonialismo europeo. Considerada el principio fundamental de las relaciones internacionales del vecino del norte, la referida expresión ha sido utilizada a lo largo de la historia en diferentes contextos y para los más diversos propósitos, tanto por los políticos de antaño como por los de nuevo cuño; Donald Trump no ha sido la excepción.
Una eficaz mixtura entre populismo y nacionalismo llevó al magnate a ostentar el poder como líder del gigante occidental. Al rendir protesta, el mandamás en los feudos del Tío Sam, pronunció una frase que caló hondo y produjo el regocijo de no pocos: “de hoy en adelante una nueva idea gobernará nuestra tierra; desde este momento va a ser América primero”.
Aquella arenga fue construyéndose durante los meses anteriores. Su efectiva comunicación a través de twitter permitió al neoyorquino colocarse en el ánimo del respetable; se requería entonces una narrativa clara que pusiera en el centro del debate a un enemigo imaginario, por lo tanto, fue necesario transmitir el concepto de que los problemas de los Estados Unidos provenían del extranjero; que la riqueza que correspondía a la clase media norteamericana estaba siendo distribuida en otros países y, finalmente, que los migrantes (principalmente los mexicanos) representaban el gran cáncer del que adolecía su patria. “El gobierno mexicano incita a su gente más indeseable a emigrar a los Estados Unidos; gente con un montón de problemas, en muchos casos, criminales, narcotraficantes y violadores”, llegó a afirmar el representante de las barras y las estrellas, en el mes de julio de 2015. Luego, para dar cuerpo a la retórica, había que concebir un símbolo de hierro, cal y arena que amalgamara el ideal. Así, Trump prometió la construcción de un muro fronterizo y llegó al extremo de garantizar que este sería costeado con cargo a las arcas de nuestro país.
La receta (comunicación, enemigo, símbolo) estaba completa y los resultados son por todos conocidos. Hoy, el magnate gobierna y se enfrenta a un proceso de reelección; sin embargo, a menos de cuatro meses de los comicios en los que además de presidente y vicepresidente, los votantes habrán de elegir a 34 senadores y a la totalidad de los miembros de la Cámara de Representantes, las cosas no pintan del todo bien para el republicano.
Dicen que no es lo mismo ser borracho que cantinero; del otro lado del Río Bravo bien lo saben. De acuerdo con las más recientes encuestas, el demócrata Joe Biden aventaja a su competidor por 14 puntos y cuenta con el apoyo en los estados más representativos de la unión americana. La actual situación ha hecho evidente el cambio de estrategia implementado por el principal inquilino de la Casa Blanca, la cual se ha convertido en un verdadero galimatías.
Por un lado, en una clara muestra de coqueteo con la comunidad hispana, el gobernante norteamericano recibió en sus territorios al Presidente de México y le extendió la mano; luego, prometió una reforma migratoria a través de una orden ejecutiva que permitiría a los estudiantes conocidos como “Dreamers”, obtener la ciudadanía a través de un sistema de méritos.
Por otro lado, con el propósito de congraciarse con sus simpatizantes duros, a tan solo tres días de la visita del tabasqueño a Washington, Trump arremetió nuevamente contra los migrantes; presumió los avances en la construcción del mentado muro y criticó a sus opositores por querer fronteras abiertas para permitir el acceso a “muchos criminales”.
Dicho de otra forma, al personaje de marras le interesa generar simpatías entre el electorado hispano, pero no puede darse el lujo de distanciarse de aquellos que lo llevaron al triunfo en 2016. “No se puede mamar y dar topes”, reza el refranero popular.
Aquí en confianza, entre que son peras o manzanas, también de este lado hace aire. Según una nota publicada en Bloomberg, para aquello de afianzar el voto latino, una de las frases pronunciadas por el Señor López en su reciente visita al “gabacho” será usada en algunos de los anuncios televisivos de la campaña de Donald Trump, nada más y nada menos. ¡Aguacates! dijera enfático el excelente parrillero y mejor amigo Aarón Lara, pues como bien lo apuntó el destacado jurista, historiador, académico e ideólogo partidista, Jesús Reyes Heroles: “En política, la forma es fondo”. Ahí se los dejó para la reflexión.

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