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A 6 años de la caída de la chimenea en Agujita sigue derrumbado más de un siglo de historia

A 6 años de la caída de la chimenea en Agujita sigue derrumbado más de un siglo de historia

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Por: Cristina Flores Cepeda

Sabinas, Coahuila. –A casi seis años de la caída de más de un siglo de historia, la chimenea que era un emblema de la Villa de Agujita permanece en el suelo, resguardada apenas por unos alambres. Fue la noche del 24 de junio de 2019 que quedó grabada en la memoria de los habitantes, cuando, una fuerte tormenta fue suficiente para derribar lo que por más de un siglo se sostuvo como símbolo del esfuerzo, del trabajo y del origen mismo de esta comunidad minera: la centenaria chimenea de “Cocedores”, construida desde 1908 por la Compañía Carbonífera de Agujita S.A., el terreno estaba debilitado a consecuencia de unos tajos que se abrieron muy cerca.

A casi seis años de aquel suceso, el profesor Ramiro Flores Morales, cronista municipal, recuerda con pesar el abandono que condenó al olvido -hasta el momento- a esta estructura, orgullo del patrimonio local. —»Es una lástima», expresa con tristeza. «No se logró cristalizar el proyecto que teníamos con algunos productores de carbón, el propósito era preservar lo que se había podido rescatar de esa chimenea y convertirlo en un monumento al trabajo, a los orígenes de Agujita», explica el historiador, cuya voz refleja la frustración de una lucha constante por proteger la memoria de su pueblo.

De símbolo de progreso a fierro viejo

La historia de la chimenea es, en muchos sentidos, la historia del desarrollo industrial de Agujita. Con sus 52 metros de altura, fue construida para desalojar los humos emanados de los 400 hornos de coque (tipo panadero) que movieron la economía y el desarrollo del noreste de México en el siglo pasado. Durante décadas fue un emblema, visible desde cualquier punto de la Villa. Pero con el abandono de los predios y el cierre de las operaciones, también comenzó el deterioro. Los cables y tirantes de acero reforzado que sostenían su estructura fueron robados en su momento, y aunque en 1996 la Comisión Federal de Electricidad (CFE) hizo el esfuerzo por reinstalarlos, el daño ya estaba hecho.

El descuido y la indiferencia hicieron el resto. Mientras algunos habitantes con conciencia histórica intentaban protegerla, otros vecinos la vieron como una oportunidad económica, desmantelándola pieza por pieza para vender el metal como fierro viejo. La tormenta del 24 de junio de 2019 fue el golpe final.

Indiferencia y contaminación: un riesgo invisible

El profesor Flores Morales también advierte otro aspecto preocupante de esta situación: la contaminación tóxica. Los ladrillos que formaban el anillo refractario interior de la chimenea estuvieron expuestos durante décadas a los gases de los hornos de coque, impregnándose de elementos químicos pesados, algunos con características radioactivas. —»Son ladrillos peligrosos», recalca el historiador. Y, señala para confirmarlo: «Hubo una tesis de maestría en la Escuela de Ingeniería de Nueva Rosita que demostró con pruebas científicas los niveles de contaminación que estos ladrillos contienen. Ahí está la evidencia», afirma con convicción.

Hasta hace apenas tres meses, lo que quedaba de esa estructura se encontraba cercado con un simple alambre, sin protección real. Mientras tanto, los ladrillos contaminados no se saben quién se los llevó, pero representan un peligro latente para la salud de quienes los tengan, quizá los vendieron a alguna persona del lugar, sin saber lo que tocaban.

El INAH y una denuncia que nunca avanzó

Lo más indignante es que la chimenea estaba protegida por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) como monumento histórico. Desde antes de su derrumbe, ya existía una denuncia contra una empresa minera que opera cerca del lugar, señalada por haber dañado tres zapatas fundamentales para la estabilidad de la torre. La promesa de una investigación por parte del INAH quedó en el aire. Hasta ahora no se conocen sanciones ni responsables, mientras que más de cien años de historia quedaron esparcidos en el suelo, convertidos en escombros, ante la indiferencia.

—»Nosotros siempre estuvimos velando porque no destruyeran esa estructura, era un patrimonio de la comunidad», sentencia el cronista.

La esperanza de un monumento que rescate la memoria

A pesar de todo, Ramiro Flores Morales no pierde la esperanza. Confía en que, cuando la economía del carbón vuelva a tomar fuerza en la región, se logre contar con el apoyo de los productores para erigir un monumento que rinda homenaje a los orígenes de Agujita. No se trata solo de rescatar acero o fierro viejo, sino de rescatar la memoria colectiva, la historia viva de una comunidad que nació al calor del carbón y que merece conservar un símbolo tangible de ese pasado. Hoy, la Villa de Agujita carga con la pena de ver caído su emblema, pero también con la responsabilidad de no permitir que el olvido sea el único legado que quede en pie.

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