
A 142 años del viaje de los sueños; Sabinas municipio de voluntad firme
Por Cristina Flores Cepeda
Sabinas, Coahuila. – Un día como hoy, 29 de junio, pero de 1883, un grupo de hombres y mujeres valientes llegaron al paraje fértil de la congregación La Agujita, cargando provisiones, herramientas y lo poco que poseían, pero también algo más poderoso: el sueño de un futuro mejor. Han pasado 142 años desde aquella travesía fundacional, y hoy, con profunda gratitud recordamos a quienes sembraron los cimientos de lo que hoy es Sabinas.
Fueron cinco las familias pioneras que dejaron atrás la ranchería de Santo Domingo, en el municipio de Ramos Arizpe. Durante 29 días recorrieron a paso lento y firme un trayecto de más de 300 kilómetros, enfrentando todo tipo de adversidades, pero nunca dejando de creer; detrás de ellos venían otros tantos. Atravesaron caminos polvorientos, cruzaron arroyos, soportaron la inclemencia del clima y el acecho de peligros naturales y humanos. Pero no se detuvieron. Había algo más fuerte que el cansancio: el amor por sus familias y la esperanza de fundar un hogar en una tierra nueva.
El profesor e ingeniero Ramiro Flores Morales, cronista de Sabinas, recuerda con emoción a los protagonistas de esta epopeya silenciosa familias completas emprendieron un viaje que fue físico y espiritual, cargado de simbolismo, sacrificio y fe. Las carretas fueron el vehículo de sus ilusiones, del deseo colectivo de dejar atrás la incertidumbre y encontrar un lugar donde echar raíces. En 1881 ya habían adquirido estas tierras a los descendientes de los Sánchez Navarro. Ya sabían a dónde iban, pero no sabían exactamente cómo sería el camino ni qué obstáculos tendrían que enfrentar. La ruta los llevó por sitios como La Mesilla, La Azufrosa, El Mimbre, Anhelo, las norias de Baján, Castaños, Monclova y Hermanas, hasta llegar finalmente a La Agujita. Siguiendo siempre el cauce del agua, porque sabían que el agua es vida, que el río Sabinas no solo era vital, sino también símbolo de permanencia y esperanza.
El viaje fue lento, todo requería paciencia, determinación y fe. Y la tuvieron. No se dejaron vencer. Hoy, cuando recorremos las calles de Cloete, Agujita, los siete ejidos y la cabecera municipal de Sabinas, cuando vemos a nuestros hijos estudiar, a nuestras familias crecer, cuando celebramos nuestras fiestas, nuestras tradiciones, y miramos la vida que fluye en esta comunidad, debemos detenernos un momento para pensar en ellos. En esos hombres y mujeres que no tenían certezas, pero sí convicciones. Que no sabían si lograrían sobrevivir, pero estaban dispuestos a intentarlo. Que sembraron con sus propias manos el sueño de una tierra mejor, y lo hicieron florecer.
A 142 años de distancia, su legado vive en cada rincón de este municipio. Cada escuela, cada plaza, cada hogar, tiene algo de su espíritu. Por eso, es justo rendirles homenaje. Que cada 29 de junio no pase desapercibido. Que sea día de memoria, de honra y de compromiso con nuestra historia. Gracias a ellos, Sabinas existe. Gracias a ellos, esta tierra floreció. Y que nunca se nos olvide: lo que somos hoy, lo somos porque alguien alguna vez caminó bajo el sol, entre el polvo y el miedo, empujado solo por la esperanza de darnos un futuro mejor.
