Home COAHUILA CARBONÍFERA La Caravana de la Dignidad: herencia de lucha y esperanza
La Caravana de la Dignidad: herencia de lucha y esperanza

La Caravana de la Dignidad: herencia de lucha y esperanza

0

-74 años de una gesta que trasciende en el tiempo

Por: Cristina Flores Cepeda

San Juan de Sabinas, Coahuila. – El doctor Raymundo Barboza me mira con intensidad. Como si en sus ojos pudieran leerse las memorias de una historia que ha marcado su vida y la de toda una región. Su voz, cargada de pasión y respeto, rememora las palabras de su padre, quien formó parte de la emblemática «Caravana del Hambre» de 1951, rebautizada por la historia como «La Caravana de la Dignidad». Fue un movimiento que marcó a Nueva Rosita y llevó al país un mensaje de fortaleza, justicia y determinación.

«Mi padre nos contaba cómo aquella mañana del 20 de enero de 1951, junto a miles de trabajadores, salió con paso firme desde Nueva Rosita rumbo a la Ciudad de México. Era un invierno crudo, la escasez apretaba y el hambre ya no era una amenaza: era una realidad. Pero lo que cargaban no era miseria; llevaban consigo una dignidad intacta y una esperanza que los empujó a caminar 1,500 kilómetros,» relata el doctor Barboza con su voz tranquila y siempre viéndome directo a los ojos.

Aquella caravana, integrada por cerca de 5,000 huelguistas y sus familias, buscaba la intervención del presidente Miguel Alemán Valdés en un conflicto laboral que había llegado a su punto más crítico. Tres meses de huelga, iniciada el 25 de septiembre de 1950, habían llevado al límite a los trabajadores de la Región Carbonífera, quienes enfrentaban la negativa de la empresa estadounidense ASARCO (American Smelting and Refining Company) de mejorar sus condiciones laborales y el abandono del gobierno federal.

«Dile que su hijo no se ha rajado»

En el recorrido, Raymundo Barboza recuerda una de las historias que su padre compartía con especial orgullo: «Mi tío, hermano de mi papá, decidió regresar a Nueva Rosita en medio de la caravana para asegurarse de que mi abuela estuviera bien. Antes de partir, le preguntó a mi papá: ‘¿Qué le digo a mamá si pregunta por ti?’ y él respondió sin titubear: ‘Dile que su hijo no se ha rajado’». Esa frase se convirtió en el eco de un sentimiento colectivo, un grito silencioso que resonaba en cada paso. Aquellos caravaneros no se rajaron, y aunque el gobierno y la empresa intentaron quebrarlos con hambre, miedo y aislamiento, su lucha trascendió el tiempo.

La huelga: lucha por la justicia

La huelga había comenzado con 1,700 trabajadores de la sección 28. Pronto, el 16 de octubre de 1950, 4,500 trabajadores de Nueva Rosita y Cloete se sumaron al paro laboral. Las demandas eran claras: aumentos salariales, mejoras en prestaciones y el respeto a su contrato colectivo. Sin embargo, la respuesta de la empresa fue despiadada. Congelaron fondos sindicales, cerraron la cooperativa y la clínica médica, censuraron correspondencia y amenazaron a quienes ofrecieran apoyo a los huelguistas. La región fue militarizada y la población sometida a constantes registros y detenciones. Sin embargo, la comunidad encontró la forma de resistir, y cuando la situación fue insostenible, los trabajadores decidieron emprender la marcha.

La caravana: un acto de valentía colectiva

La salida fue simbólica. A las 10 de la mañana de aquel 20 de enero, los caravaneros abandonaron Nueva Rosita, dejando atrás su hogar, pero no su dignidad. En el camino, enfrentaron el frío y la incertidumbre. «Cuando llegaron a Monclova, acamparon en la parte baja de la loma de la ‘Bartola’. Ahí, la gente los ayudó con alimentos, agua y mantas,» relata el doctor Barboza. Lo mismo ocurrió en Saltillo y Nuevo León, donde el pueblo mostró una solidaridad incondicional. Aunque algunos gobernadores, como Raúl López Sánchez e Ignacio Morones Prieto, mostraron intención de resolver el conflicto en sus estados, el gobierno federal, liderado por Miguel Alemán, decidió ignorar las demandas. Finalmente, el primero de marzo de 1951, los caravaneros llegaron a la Ciudad de México. Celebraron un mitin en el Zócalo y permanecieron 42 días en el parque 18 de marzo, pero el presidente nunca los recibió.

Un legado que trasciende

“Hoy, de aquellos 5,000 caravaneros, quizá sobreviva uno. Pero nosotros, sus hijos, nietos y bisnietos, llevamos en el corazón su ejemplo. Decimos con orgullo: ‘Somos descendientes de aquellos que no se vencieron, de aquellos que caminaron con la frente en alto’,” expresa el doctor Barboza con emoción. El movimiento, aunque no logró una resolución inmediata, quedó grabado en los anales de la historia nacional como un ejemplo de resistencia y lucha por la justicia laboral.

Este lunes 20 de enero se cumplen 74 años de aquella caravana que puso en el mapa a San Juan de Sabinas y Nueva Rosita, una tierra forjada por gente fuerte, decidida y digna. «Cuando recordamos a los caravaneros, recordamos también nuestra responsabilidad de continuar luchando por un mundo más justo. La dignidad no se negocia, y ellos nos enseñaron eso con cada paso que dieron,» concluye el doctor Barboza, visiblemente conmovido.

DEJE SU COMENTARIO

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *