
Carmen Aguirre: Cuando amas no hay sacrificio, todo es por amor
– Una mamá extraordinaria
Por: Cristina Flores Cepeda
Sabinas, Coahuila. – Escuchar a Carmen Aguirre en su placentera vida de mamá, te mueve emociones y sentimientos. Llorar es inevitable, total, son lágrimas y estas reflejan solamente que estás viva, que sientes, que tienes un corazón que late y sangre que circula por tus venas. No puedo menos que llamarla extraordinaria. Decidí entrevistarla y se lo pedí justo la víspera del día de las madres y ella aceptó gustosa. Su cotidianeidad es un reflejo de la montaña rusa de emociones que es la maternidad. Con sus hijos, Lino y Jesús Ángel, enfrenta una batalla desgarradora contra el Síndrome de Hunter, una enfermedad genética que arroja sombras sobre su día a día y les impone una lucha constante contra el cuerpo y el sistema nervioso, pero ella está ahí, de pie, con sus ojos que te miran fijamente, nunca desvía la mirada. Tampoco se agacha cuando el llanto inunda sus ojos; es una mujer que entiende perfectamente el dolor pero ya no cuestiona por qué.
Desde el momento en que recibieron el diagnóstico, el mundo de Carmen se tambaleó. Fue como si una ola gigantesca se estrellara contra su alma, dejándola atrapada en un torbellino de dolor y angustia. “Yo era la mamá más feliz del mundo, pensábamos solo en el déficit de atención pero esta enfermedad es degenerativa conforme avanza el tiempo. Empezamos una lucha y ya estaba yo embarazada; nació Jesús Ángel y al llevarlo a las vacunas la enfermera le dice a mi esposo que busquemos una cita en el hospital del niño entonces la conseguimos a través del gobernador, en aquellos años de Nuevo León. Desde que entramos la neuróloga pediatra ve a Lino y nos dice que había que hacer estudios pero que para ella tenía Síndrome de Hunter que es muy desgarrador y difícil. Además que el bebé podía sufrirlo también. Haz de cuenta que me echaron un cubetazo con agua fría con todo y hielos. De ahí nos vamos al Hospital Universitario y nada más vio al niño consideró el mismo diagnóstico. Cuando nos llegan los resultados los dos eran positivos.
Pero en medio de la oscuridad, encontró una luz de esperanza en el amor incondicional de su esposo, Lino Cruz, quien se convirtió en su roca, su apoyo constante en los momentos más difíciles y lo dice: “soy una mamá completa porque mi viejo siempre está pendiente y es mi apoyo, sola no podría”. Los días que siguieron al diagnóstico fueron los más oscuros de la vida de Carmen. La noticia de que ambos hijos estaban afectados por la enfermedad la sumió en un abismo de desesperación y desesperanza. Se preguntaba una y otra vez por qué les había tocado a ellos, y por qué debían enfrentar una batalla tan despiadada. La incertidumbre y el miedo se apoderaron de su mente, y por un momento, se perdió en un mar de lágrimas y desesperación. Carmen rompe en llanto al revivir aquellos momentos de tanto sufrimiento y dolor por lo que implicaba esta batalla para sus hijos. Fueron los tres días más difíciles de mi vida porque yo decía que quería tener otro hijo para que ayudara a su hermano por si tenía déficit de atención o algo, “cuando nos dicen que los dos tienen el Síndrome de Hunter ingresé a Google y es lo peor que pude haber hecho porque es horrible. Me encerré me olvidé me olvidé de mis hijos y fue mi esposo mi fortaleza porque me dijo te entiendo pero tenemos que luchar por ellos, llora lo que tengas que llorar, patalea, haz lo que quieras. Aquí estoy yo para ellos pero te levantas porque hay que darle. En esos días no recuerdo si comí o no; oía a llorar a uno y a otro, no me bañaba, ya hasta el tercer día volteo y veo el esfuerzo que hacía mi esposo y me levanté. Mis hijos fueron hechos con mucho amor. Pasé esa etapa en la que lloré, me atormenté, me estiré los pelos, sufrí y ya sabía lo que venía desde el tratamiento”.
“Es un síndrome muy desgarrador y la doctora me lo dejó claro en el primer momento”. Fue el amor de sus hijos lo que la sacó adelante. Cada vez que los miraba, veía en sus ojos la fuerza y la valentía que necesitaba para seguir luchando. Y fue el amor de su esposo lo que la sostuvo en los momentos más difíciles, recordándole una y otra vez que juntos podían superar cualquier obstáculo como ha sido la fecha; los miércoles son días de tratamiento y hay ocasiones que son peores, otros muy malos y excepcionalmente malos, implica desde buscar vena que de pronto no hay.
Cada día, Carmen se levanta con la determinación de dar lo mejor de sí misma por sus hijos. Aunque el camino sea difícil y lleno de obstáculos, nunca pierde la esperanza, su fe en Dios es inquebrantable y se aferra al amor y la fuerza de su familia como su ancla en medio de la tormenta. Hoy, Lino tiene 22 años y Jesús Ángel está a punto de cumplir 16 el próximo 23 de mayo. A pesar de los desafíos que enfrentan, son una fuente constante de alegría e inspiración para Carmen. Cada día, los mira con orgullo y gratitud, sabiendo que son un regalo precioso que Dios le ha dado.
En su mensaje para otras madres, Carmen les insta a valorar cada momento con sus hijos, a disfrutar de cada abrazo y cada risa como si fuera el último. Porque la vida es un regalo precioso, y cada día es una oportunidad para amar y ser amado. Aunque el camino pueda ser difícil y lleno de obstáculos, siempre hay esperanza en el amor incondicional de una madre. En la historia de Carmen Aguirre, vemos el poder del amor y la fuerza del espíritu humano para superar incluso los desafíos más desgarradores. Su historia es un recordatorio de que, en medio de la oscuridad, siempre hay luz, y en medio del dolor, siempre hay esperanza y, para una madre, no hay nada que su amor no venza.