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De pol?tica y cosas peores

De pol?tica y cosas peores

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Armando Fuentes

Agencia Reforma

CIUDAD DE M?XICO.- «Ratapl?n, ratapl?n, la que quiera coger peces que se moje el cucuscl?n». Tal fue el estribillo picaresco que acompa??ndose con su mandolina cant? don Gerontino en la tertulia de la se?orita Himenia. Ella se molest? bastante al o?r eso. Le dijo al inconsulto cantador: «Vulgaridades en mi casa no, se?or m?o». Y a?adi? muy digna: «?Uta!» Don Gerontino tiene m?s a?os que dos pericos juntos. A?n as? conserva ciertas veleidades juveniles, como esa de tocar la mandolina y cantar coplas subidas de color. Ambas habilidades, y otras que no son para citarse aqu?, las adquiri? en sus a?os mozos, cuando fue miembro de la Tuna Calagurritana. Se azar? mucho el visitante, y atribuy? su exabrupto al hecho de haber bebido dos copas del rosol? que la anfitriona hab?a escanciado a sus invitados. Faltaba a la verdad: si alguien lo hubiera seguido en sus frecuentes salidas al patio, a donde iba con el pretexto de fumarse un pitillo -as? dec?a-, lo habr?a visto sacar de la bolsa trasera de su pantal?n un ?nfora de las llamadas «nalgueras», la cual sol?a llenar con cierto ch?nguere barato cuyo solo tufo habr?a bastado para embeodar a todo un batall?n de infanter?a. Fue ese letal marrascapache lo que llev? al a?oso se?or a ponerse en evidencia cantando aquella plebea tonadilla. El r?spice de la se?orita Himenia lo puso en su lugar, y ya no desbarr?. Sucedi?, por desgracia, que la anfitriona bebi? tambi?n m?s de lo conveniente y, ya olvidada del suceso de don Gerontino, le pidi? que la acompa?ara en su mandolina a cantar una canci?n. Pens? el ta?edor que la pieza ser?a de seguro alguna del maestro Esparza Oteo, o de la inspiraci?n de la inmortal Mar?a Grever. Se equivoc? de medio a medio. La tal canci?n era un cupl? perteneciente? a la revista musical «Alegre trompeter?a», que Mar?a Conesa puso de moda en M?xico. El subido color de la tonada que cant? don Gerontino -aquella del ratapl?n, el cucuscl?n, etc?tera- empalideci? al lado de la tremenda sicalipsis contenida en los versillos que con voz sugestiva, y contone?ndose, interpret? la se?orita Himenia. Dec?an as?: «Tengo un jard?n en mi casa / que es la mar de rebonito, / pero no hay quien me lo riegue / y lo tengo muy sequito. / Si usted tiene regadera / yo lo invito a trabajar, / porque como es tan chiquito / tiene poco que regar». Mis cuatro lectores imaginar?n el revuelo que caus? aquella canci?n entre la concurrencia. Do?a Macalota se desvaneci?, no sin antes acomodar convenientemente los cojines de la otomana; don Sinople declar? grave y solemne: «No cabe duda: el demonio anda suelto», y la se?orita Peripalda, catequista, huy? del lugar gritando: «?Confesi?n! ?Confesi?n!» Dos meses han pasado de ese acontecimiento lamentable y la tertulia de la se?orita Himenia no se ha reanudado todav?a. Los invitados dicen que no regresar?n ah? si el Padre Arsilio no asperja la casa con agua de San Ignacio. De este sucedido real derivo una conclusi?n que puede ser materia reflexiva: las fallas de la mujer son castigadas con m?s rigor que las del hombre. Eso es prueba de que no hemos llegado todav?a a la equidad de g?neros que reclaman por igual la justicia y la modernidad. Por m?s proclamas que se hacen, por m?s discursos que se pronuncian, la mujer sigue siendo objeto de m?ltiples formas de discriminaci?n, visibles unas, otras solapadas, pero todas igualmente reprobables. D?gase lo que se diga, la esposa se halla a?n en posici?n de inferioridad frente a su marido. En este D?a Internacional de la Mujer yo alzar?a la voz en su defensa si no fuera porque mi se?ora me tiene prohibido alzar la voz. FIN.

MIRADOR.

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

La higuera de la casa paterna ech? ayer sus brotes primerizos.

Las hojas infantiles parecen peque?as mariposas verdes que se hubieran posado de pronto sobre la oscura ramaz?n.

La higuera es vieja ya, muy vieja. Tiene quiz? la misma edad que tendr?a mi padre si viviera. A su sombra ?l le?a El Sol de la Tarde y yo jugaba a las canicas. Los que saben de higueras se asombran al ver a ?sta. Mi amigo Sergio Recio, que de higueras sab?a mucho, la llamaba «venerable anciana», y dec?a que era mayor milagro que el de San Felipe de Jes?s.

Yo amo a esta higuera, abuela o bisabuela de las que con sus reto?os he plantado. Tiene la terquedad de la vida. Cada a?o dice en marzo: «Aqu? estoy». Y aqu? est? ahora, como siempre, llena de brotes y llena de recuerdos. En agosto nos dar? sus higos, negros como la noche, como la noche dulces. Cada uno ser? un milagro. Si supi?ramos ver ver?amos que todo es un milagro. La milagrosa higuera me lo dice con sus brotes verdecidos. Yo escucho en silencio su lecci?n y me alejo despu?s sin hacer ruido, no sea que se asusten las peque?as mariposas verdes y vuelen de este cielo a otro cielo.

?Hasta ma?ana!…

MANGANITAS.

Por AFA.

«. El PRD se queda sin gente.».

Seg?n la cosa se ve

tanta gente ya ha perdido

que al mencionado partido

s?lo le queda la P.