Home Catón De pol?tica y cosas peores

De pol?tica y cosas peores

0
0

Por: Armando Fuentes

 

CIUDAD DE M?XICO? .- Los griegos de hace 3 mil a?os inventaban mitos para explicar su realidad. (Lo mismo hacemos nosotros en nuestro tiempo). Una de las m?s bellas figuras de esa mitolog?a es Eco, ninfa de los bosques. Se enamor? perdidamente de Narciso, hermoso joven. Pero Narciso estaba perdidamente enamorado de s? mismo -de ah? la palabra narcicismo-, y despreci? a su enamorada. Eco se fue consumiendo de tristeza hasta que acab? por desaparecer como llama que se apaga o nieve que se derrite. De ella qued? s?lo la voz, que desde entonces suena sin cuerpo que la emita. En el Potrero hay un se?or? al que todos llaman Leco. El nombre no es hipocor?stico -o sea diminutivo- de otro. Lo apodan as? porque repite todo lo que se le dice. «Hace mucho fr?o». Y ?l: «Mucho fr?o. Mucho, mucho fr?o». «No ha llovido». Y Leco: «No ha llovido. No. No ha llovido». Ahora bien: ?a qu? esos apuntamientos sobre el eco, el eco, el eco? Sucede que hoy relatar? un par de chascarrillos relacionados con ese fen?meno ac?stico. Antes, sin embargo, debo cumplir la modesta misi?n que a m? mismo me he impuesto, de orientar a la Rep?blica. Ahora me doy cuenta de que estuvo muy puesto en raz?n el juramento que hice de no pisar suelo norteamericano mientras Trump sea Presidente de los Estados Unidos. He cumplido esa promesa a pesar de sus efectos en mi econom?a: ya no doy conferencias en «el otro lado», de donde recib?a y sigo recibiendo frecuentes invitaciones. Lo que me duele es no poder ir a los lugares que amo de ese pa?s por cuyo pueblo siento afecto, tantos son los buenos recuerdos que de ?l conservo. Aun as? reafirmo mi decisi?n de no ir all? en tanto Trump est? en la Casa Blanca, lo cual equivale, por mi edad, a no volver ya nunca a Estados Unidos. A algunos eso les parecer? locura, risible quijotada, pero fue la ?nica manera que encontr? de protestar contra ese individuo que desde el principio de su campa?a ha agraviado a M?xico y a los mexicanos. Digo todo esto en v?speras de la anunciada visita de Pe?a Nieto vaya a Washington. Lejos de m? la temeraria idea de asesorarlo en ese viaje, pero como mexicano le pido que asuma una posici?n firme ante su hom?logo estadounidense. En casos como ?ste la mejor defensa es el ataque. D?gale a Trump que si insiste en causar da?o a M?xico y a los mexicanos nuestro pa?s romper? su relaci?n diplom?tica con Estados Unidos. Para cualquier mandatario el rompimiento con un pa?s vecino que ha sido su tradicional aliado es cosa grave. A Trump eso lo exhibir?a como inepto y prepotente. Nosotros tambi?n podemos amenazar. Quiz? parezca extremado el recurso que sugiero, pero no hay otro modo de enfrentar a quien nos ha convertido en el objeto principal de sus demostraciones de odio y sus desplantes de fuerza. Ah? queda mi propuesta, para los efectos a que haya lugar. Y ahora he aqu? los dos cuentos sobre el eco. Don Cornulio lleg? a su casa, inesperado, y encontr? a su esposa en la cama, sin ropa y en estado de evidente nerviosismo. Aindam?is, oy? ruidos extra?os en el cl?set, cerrado con llave. Le pregunt? a la se?ora: «?Qu? son esos ruidos?». «Son el eco» -respondi? ella, turbada. «Veamos» -dijo don Cornulio. Grit?: «?Ah!». Y desde adentro del cl?set: «Ah ah ah». Volvi? a gritar: «?O?!». Y adentro: «O? o? o?». Grit? entonces: «?Anticonstitucional?simamente!». Y la voz: «?Qu??». En el rancho hay un se?or que se llama Herculano. Dice con extra?eza: «Cerca de mi casa hay un eco muy raro. Grito mi nombre y el eco me contesta: «?Pico pico pico!». (No le entend?). FIN.

 

MIRADOR

 

Yo siento amor por las palabras, entre otras cosas porque de ellas vivo.

Cuando hablo con la gente campesina de ?brego me sucede lo mismo que a don Francisco J. Santamar?a, gran lexic?grafo, gobernador que fue del estado de Tabasco. Los lugare?os iban a tratarle alg?n asunto, y al hacerlo usaban sus palabras y expresiones. O?a don Francisco alguna que le llamaba la atenci?n y de inmediato interrump?a al hablante:

-A ver, a ver, a ver. ?C?mo dijiste?

Tomaba una libreta, apuntaba la locuci?n o el vocablo y le ped?a al que lo hab?a dicho que le aclarara su significado. Cuando el visitante conclu?a su explicaci?n don Francisco se la agradec?a cumplidamente y lo desped?a luego con afabilidad, de modo que el aturrullado peticionario se iba sin haber planteado su solicitud.

Las palabras son fruto de siglos, bien valioso. Por eso me duele verlas tan mal usadas en las redes sociales. No hablo de faltas a la ortograf?a. Hablo de faltas a la dignidad humana; hablo de las injurias que proliferan ah?, de las graves ofensas y bajunos denuestos en que se muestra lo peor que hay en el hombre. No deber?amos tolerar esas ruines manifestaciones, y menos a?n difundirlas. ?Libertad de palabra? No. Burdo atentado contra ella y contra las personas.

?Hasta ma?ana!…

 

MANGANITAS

 

«. Muri? un hombre de 115 a?os. Era c?libe y abstemio.».

Leo eso con desencanto.

?Qu? tipo tan singular!

Sin beber y sin amar

?pa’ qu? diablos vivi? tanto?