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De pol?tica y cosas peores

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Por: Armando Fuentes

 

CIUDAD DE M?XICO? .- «Un amigo es uno mismo en otro cuero». La frase es de Justino Leiva, gaucho, hombre con mucho saber del que se lleva en la sangre, no en la memoria. Atahualpa Yupanqui sol?a citarlo en sus presentaciones. A m? la vida me regal? un amigo de ?sos, licenciado. Tuvimos amistad desde muy j?venes, cuando apenas hab?amos dejado de ser ni?os. ?ramos por completo diferentes: ?l de condici?n modesta, yo riquillo; ?l tirando a moreno, yo muy blanco; ?l sin lecturas, yo con m?s de las que conven?an a mi edad. Pero nos unieron los mismos gustos: la canci?n; el vino; el lejano ideal de Dios; la cercana realidad de la mujer. Todo lo compart?amos, incluso la mujer. Aquellas dos enfermeritas, por ejemplo. Primero una con ?l y la otra conmigo; despu?s la otra con ?l y la una conmigo. O aquellas dos se?oras, casadas las dos. Yo le pas? la m?a a ?l y ?l me pas? la suya a m?. Y luego: «?Le hiciste esto?». «?Te hizo aquello?». No me lo tome a mal. ?ramos amigos, ya le dije, y eso es ser m?s que hermanos. Y mire hasta d?nde llegamos. O, m?s bien, hasta d?nde lleg? ?l. A su debido tiempo me enamor?. A todos nos llega ese debido tiempo, incluso cuando no es debido. Ella, una chica de buenas familias. Los suyos me aceptaron porque yo tambi?n lo era, y en aquel entonces las buenas familias se ayudaban unas a otras a que las malas no las contaminaran. Mi novia y yo nos comprometimos con aprobaci?n de sus padres y los m?os. Pero yo no renunci? a la vida que llevaba, aqu?lla de la canci?n, el vino, etc?tera. Por esos d?as, y en esos ires y venires, tuve trato? -usted me entiende- con una muchachita de barrio. No era de buenas familias, pero era decente. Nada tiene que ver una cosa con la otra. Para que se me entregara le di palabra de matrimonio. ?Usted cree? Ya estaba yo comprometido para casarme, con fecha fija y todo, y aun as? me met? con ella. Debo haber estado loco. Qued? embarazada. Sus padres se enteraron. Me exigieron que me casara con ella o me har?an un esc?ndalo. Y ?sabe usted lo que hizo mi amigo? Se ofreci? a casarse con la muchacha. Yo no se lo ped?, la idea fue suya, para salvarme del apuro. A su familia lo que le importaba es que la criatura tuviera un apellido, de modo que aceptaron el arreglo. Se casaron en secreto, y meses despu?s me cas? yo, con pompa y circunstancia.? Mi mujer y yo nos quedamos a vivir en la ciudad; ellos se fueron a otra parte. Y mire lo que son las cosas, licenciado: a mi amigo le fue muy bien, y a m? muy mal. Su esposa le sali? muy buena; lo hizo feliz. Mi matrimonio, en cambio, fue un desastre. No dir? que mi mujer tuvo la culpa. La tuve yo, pues segu? con aquello de la canci?n, el vino y lo dem?s. Genio y figura, como dicen. Acabamos por divorciarnos, y cada uno por su lado. Lo ?nico bueno es que no tuvimos hijos. El amor que pudimos sentir el uno por el otro no alcanz? para eso. No volv? a casarme. Y vea ahora c?mo estoy. Mi hijo no es mi hijo, y ni siquiera s? si mi amigo sigue siendo mi amigo, pues jam?s me he atrevido a buscarlo. No podr?a verlo a la cara. Los amigos los debe uno merecer, se?or, y yo no lo merec? a ?l. Ya no hay canciones para m?, ni vino, ni mujeres. Ya ni siquiera hay Dios. Todo se fue, no me pregunte a d?nde. Quiz? al olvido. Pero ah? estoy yo, en el olvido, y nunca los he visto. Algo que no me falta es soledad. De eso s? tengo para dar y prestar. Pero ?qui?n quiere que le den o le presten soledad? Bastante tiene cada uno con la suya. Si quiere tome algo de la m?a. No se apresure, sin embargo, porque cuando menos lo piense le llegar? la parte de soledad que le toca en esta vida. Esp?rela, quiz? no tardar?. Ojal? no le llegue tan temprano como me lleg? a m?. FIN.

 

MIRADOR

 

Me dicen que este cuadro representaba una marina. Ahora muestra un velero tumbado en la arena entre rocas desnudas.

La pintura, sin firma, est? en la sala de la antigua casona del Potrero. Es un ?leo. Pienso que italiano, a juzgar por el paisaje que se mira al fondo, parecido al de la bah?a de N?poles.

Contaban las t?as mayores que un d?a el cuadro empez? a gotear. Pensaron ellas que alg?n tubo en la pared se hab?a roto, pero no: el agua sal?a del cuadro, gota a gota. Le pusieron abajo una tina, para que la madera del piso no se mojara, ni la alfombra. Bien pronto se llen? esa tina, y hubo que poner otra, y otra, y otra, hasta que al paso de los d?as la bah?a de N?poles se sec?, y el velero qued? varado, inm?vil en la arena.

Las t?as sintieron mucho aquello, pues la moda era tener una marina en la sala, y un cuadro sin agua no es una marina. Si el ?leo qued? ah? es porque nadie lo quiso. Todos tem?an que volviera a gotear si llov?a o regresaba el mar. Yo miro la pintura y siento l?stima por el velero y por las t?as, que tambi?n quedaron varadas ah?, en el Potrero, solas y sus almas. Quiz? alg?n d?a regrese el mar al cuadro. Ellas ya no regresar?n.

?Hasta ma?ana!…

 

MANGANITAS

 

«. Pepito no quiere jugar con las ni?as a ser marido y mujer.».

Les explica a las mocosas

en t?rminos mesurados:

«Enti?ndanme: ya casados

nunca vamos a hacer cosas».