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De pol?tica y cosas peores

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Por: Armando Fuentes

 

CIUDAD DE M?XICO.- D?a: alguno de fecha muy reciente. Hora: la de la noche, propicia a los encuentros de lib?dine. Lugar: el Motel Kamagua, acogimiento de amantes clandestinos. En una de sus habitaciones est?n Rosibel y don Alg?n, ella muchacha en flor de edad, ?l gal?n en v?as de a?ejamiento. Tendidos ya en el lecho del deliquio, in p?ribus los dos, don Alg?n se dispone a realizar los proleg?menos del er?tico mester. (Con s, por favor). De pronto Rosibel empieza a hablar. ?De qu? creen mis cuatro lectores que habla en momento tan inoportuno? ?Del gasolinazo! Menciona con precisi?n num?rica los litros de gasolina que antes pon?a en su autom?vil, y los muy pocos que ahora puede echarle, suficientes apenas para mover la aguja del combustible. Cita las protestas nacionales suscitadas por esa carest?a, tan impactante para la econom?a popular. Analiza en detalle la inflaci?n causada por el aumento en el precio de los carburantes. «Todo ha subido» -declara pesarosa. «Linda -le dice don Alg?n, m?s pesaroso a?n-: t? acabas de hacer que algo haya bajado». Dulcil? le reproch? a Pitorrango: «Los novios de todas mis amigas ya pidieron su mano, y t? eso es lo ?nico que no me has pedido». En la importante empresa se abri? un puesto de secretaria. Varias aspirantes se presentaron a pedir el cargo. Lo obtuvo la que en la solicitud de empleo, en el rengl?n correspondiente a sexo, puso: «No me opongo». La diplomacia es el arte de decirle al perro que te ladra: «Perrito lindo» mientras buscas una piedra para partirle la cabeza. En el trato con Donald Trump no hay diplomacia que M?xico pueda utilizar. La pol?tica de ese mal hombre hacia nosotros es la del garrote. Ante una embestida como las que una y otra vez ha enderezado contra nuestro pa?s no caben obsecuencias ni blandenguer?as. Hay que plantarle cara al baladr?n. A pesar de sus fanfarronadas Trump no las tiene todas consigo, como lo prueba el hecho de que numerosos pol?ticos importantes, incluso algunos de su propio partido, han anunciado que no asistir?n a su toma de posesi?n. Si yo fuera el Canciller de M?xico suspender?a por unas horas mi aprendizaje del oficio y acordar?a con el Presidente Pe?a no enviar ninguna representaci?n a ese acto, ni felicitar al palurdo por su llegada a la Casa Blanca. Rugido de rat?n quiz? ser?a el nuestro, pero ser?a tambi?n acto de dignidad que nos quitar?a ante el mundo la imagen que ahora tenemos, de trapeador de Trump. Aprovechemos la ola de animadversi?n universal que ha levantado ese sujeto. Si somos el pa?s m?s ofendido por ?l seamos tambi?n la naci?n que con m?s pundonor protesta por sus insultos y sus amenazas. La simpat?a de las naciones nos acompa?ar?a. ?Que tenemos mucho que perder con ese enfrentamiento? Ya lo estamos perdiendo. Al menos perd?moslo de pie, no de rodillas. ?Uta, columnista! Esa ?ltima frase tuya merece ser inscrita, si no en bronce eterno o m?rmol duradero, s? por lo menos en plastilina verde. Alguien dir? que est?s pidiendo que nos envolvamos en la bandera y nos arrojemos al vac?o, pero en verdad lo tuyo no es nacionalismo huero ni patrioterismo chabacano, sino exigencia ciudadana de que nuestro Gobierno act?e con decoro, y no con sumisi?n servil, ante ese nuevo enemigo de M?xico. Aprendamos de la historia, maestra que, aunque aburrida a veces, suele dar ?tiles lecciones. Quienes por ella han sido absueltos es porque hicieron frente con entereza al «extra?o enemigo» que nos atacaba. En cambio los que ante ?l cedieron o con ?l acordaron pactos vergonzosos est?n condenados a vilipendio eterno. Pido perd?n si propongo ahora otra frase que no aspira a ser c?lebre, pero s? a ser escuchada. Se?ores del gobierno: es la hora de la dignidad. FIN.

 

MIRADOR

 

Los c?taros o puros, surgidos en el siglo once, fueron hombres y mujeres de vida rigurosa, asc?tica. Eran abstemios y vegetarianos; dec?an siempre la verdad, y solo hac?an el sexo para prop?sitos procreativos. Tan buenos eran, tan rectos y virtuosos, que la Iglesia los conden? como herejes.

Hay un curioso juramento firmado por un tal Jean Teisseire, a quien un vecino que lo quer?a mal acus? de de ser c?taro. Para defenderse dijo ante sus jueces: «Juro por Dios y por la Virgen que no soy hereje, pues tengo mujer y hago el amor con ella cada noche. Acostumbro comer carne hasta hartarme. Me emborracho siempre que puedo. Robo al que se deja, y miento y maldigo como todo buen cristiano.».

De haber vivido en aquel tiempo yo no habr?a sido c?taro. Rico en defectos, tengo la humildad de la imperfecci?n. Me identifico m?s con Teisseire que con sus juzgadores. El d?a del Juicio Final el m?o durar? tanto que los que aguardan a ser llamados se cansar?n, y les dir? San Pedro: «Mejor vuelvan ma?ana, porque esto va pa’ largo».

?Hasta ma?ana!…

 

MANGANITAS

 

«. Un cirujano anunciaba: ‘Levantamiento del busto femenino’.».

Con voz que sonaba ansiosa

dijo un a?oso se?or:

«?Puede levantar, doctor,

tambi?n alguna otra cosa?».