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De pol?tica y cosas peores

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Por: Armando Fuentes

CIUDAD DE M?XICO? .- «?Sabe usted, se?or licenciado, lo que es una notom?a? Yo nunca hab?a o?do esa palabra. La escuch? por primera vez en la cocina de la casa del Potrero, una noche en que la sobremesa de la cena se alarg?. Entonces, claro, no hab?a televisi?n ni radio, y lo ?nico que ten?amos en el rancho para entretenernos era la conversaci?n, m?s la baraja de jugar brisca o conqui?n. Cuando la pl?tica se pon?a sabrosa nadie jugaba ni se iba a dormir. Los hombres beb?an a tragos lentos su mezcal; las mujeres tomaban t? de menta o yerban?s. No hab?a luz el?ctrica; nos alumbr?bamos con las llamas del fog?n, m?s una l?mpara de petr?leo de ?sas con tubo de vidrio y resplandor de l?mina. El otro d?a vi una en un bazar de antig?edades, y haga usted de cuenta que volv? a o?r a do?a Cris decir aquella palabra: notom?a. Por ese tiempo do?a Cris -Crispina, se llamaba, no Cristina como cre?a la gente- era ya muy viejecita, la persona mayor del Potrero. La noche que digo cont? la historia de un pastor al que se le perdi? una chiva a medio Coahuil?n, el monte m?s alto de la sierra. Buscando al animalito dio con una cueva cuya entrada jam?s hab?a visto, pues la cubr?an unas piedras. Entr?. ‘Y lo primero que vio -dijo la narradora en tono de misterio- fue una notom?a’. Yo soy gente de la ciudad, se?or. Pens? que ?se era un modo de decir ranchero, pues todos lo entendieron menos yo. Despu?s, ya en mi cuarto, apunt? la palabra en mi libreta. Siempre he tenido afici?n a las palabras. Con ellas sustituyo a los hechos, que nunca se me han dado bien. Cuando regres? a Saltillo busqu? «notom?a» en el diccionario. ?Imagina usted mi sorpresa cuando hall? la palabra as?, tal cual? El vocablo es arca?smo. Significa anatom?a y, por extensi?n, esqueleto. Lo que vio aquel pastor en la cueva fue un esqueleto humano. A nadie dio cuenta de su hallazgo, dijo do?a Crispina, pues la presencia de huesos de cristiano en alg?n sitio era se?al de que ah? hab?a una relaci?n, o sea un tesoro oculto. Por la noche volvi? al lugar con un talache, un pico y una pala, y los siguientes d?as los dedic? a cavar por todo el piso de la cueva. Un mes despu?s, con extra?eza general, vendi? sus chivas muy baratas -‘a precio vil’, se dijo- y desapareci? del rancho. Pasado un tiempo alguien cont? que lo hab?a visto en Monterrey, trajeado y en compa??a de una mujer muy guapa y elegante. ?Pasa usted a creer, se?or licenciado? A lo mejor todo esto es fantas?a, pero igual puede ser cierto. Cosas que parecen mentira son verdad, y a la diversa, como se dice en el Potrero. Sobre esa historia he imaginado otras. Un capit?n de bandidos llev? ah? su bot?n. Se hizo acompa?ar de uno de sus hombres a fin de que cavara el pozo, y luego lo mat? para que nadie supiera d?nde estaba el tesoro. O un avaro llev? ah? su cofre lleno de monedas, y cuando acab? de enterrarlo sufri? un ataque al coraz?n y qued? muerto ah? mismo. In?tilmente lo buscaron, y luego fue olvidado. Tambi?n pens? en un cura rico que vivi? en la hacienda en tiempo de los espa?oles. Lo asesinaron, y quienes le dieron muerte lo dejaron ah? con su riqueza, y luego no pudieron ya volver a recogerla. Qui?n sabe. Ahora todos los personajes de la historia, reales o imaginarios, est?n muertos, y muertos est?n tambi?n los que oyeron a do?a Cris contarla aquella noche. Todos se fueron; solamente yo sigo aqu?. Cuando escuch? el relato ten?a 20 a?os. Ahora paso de 80. Y de aquello s?lo guardo una palabra: notom?a, que adem?s ya desapareci?. Ap?ntela, se?or licenciado, antes de que desaparezcamos tambi?n usted y yo».FIN.

 

MIRADOR

 

«?C?mo retorcemos los hombres a Dios!».

Con esa sonora frase da principio Malb?ne a su m?s reciente art?culo en Lumen, la revista de la Facultad de Teolog?a lovaniense.

Malb?ne, ya se sabe, gusta de provocar pol?mica. «Soy un te?logo antiteolog?a», suele decir hablando de s? mismo. En el texto que digo critica acerbamente a quienes todav?a sostienen que el cuerpo es enemigo del alma, pues es materia, y por lo tanto cosa deleznable. «. ?Ser? posible hablar mal del cuerpo -escribe- si Dios mismo habit? uno? El cuerpo no codicia contra el alma: es su residencia, y posee su misma dignidad. Obra divina, cuando lo mortificamos por motivos religiosos atentamos contra la creaci?n. Aqu?llos que en nombre de Dios lastiman su cuerpo, o lo hacen v?ctima de privaciones, faltan a la caridad hacia s? mismos y agravian al Esp?ritu, que en el cuerpo del hombre tiene templo.».

Ya se han levantado voces contrarias a la opini?n del discutido te?logo. Hay quienes dicen que va contra instituciones caras a la Iglesia, como el ayuno y dem?s pr?cticas penitenciales. Otros lo acusan de atacar entre l?neas al celibato sacerdotal. A los que as? lo juzgan Malb?ne les contesta: «Piensen lo que quieran. Pero piensen».

?Hasta ma?ana!…

 

MANGANITAS

 

«. Se sec? la gallina de los huevos de oro.».

Pensando en vicios longevos,

como el de la corrupci?n,

sabemos con precisi?n

en d?nde est?n esos huevos.