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De pol?tica y cosas peores

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Por: Armando Fuentes Aguirre

 

CIUDAD DE M?XICO .- Recordar? hoy con mis cuatro lectores el caso de aquellos j?venes reci?n casados que ten?an un c?digo secreto para decirse, incluso en presencia de otros, que al llegar a su casa har?an el amor. ?l le dec?a a ella, o ella a ?l: «?Qu? te parece, mi amor, si esta noche nos echamos un pokarito?». Ambos sab?an que se trataba de un juego considerablemente m?s entretenido. En cierta ocasi?n fueron a una fiesta que se prolong? casi hasta que el Sol iba ya a asomar las pompas por los balcones del oriente. Ella regres? con cierto dolorcillo de cabeza, sin m?s deseo que el de irse a la cama a dormir. ?l, al contrario, ven?a achispado por dos o tres whiskies, con ganas tambi?n de ir a la cama, aunque no a dormir. Entonces ?l le dijo la consabida frase: «Mi amor: ?nos echamos un pokarito?». Ella, de mal humor por la jaqueca, migra?a, cefalalgia o hemicr?nea, le respondi? con sequedad: «No. Paso». Al muchacho le molest? mucho esa respuesta. Nunca su mujercita le hab?a contestado en modo as?, tan ?spero. Muy disgustado se fue a acostar. Ella tambi?n se fue a la cama. Ni siquiera se dieron las buenas noches: se acostaron espalda con espalda, como ?guilas alemanas. Empezaba ya a alborear cuando la chica despert? con inquietud, pose?da por un vago remordimiento, un repulgo de contrici?n. ?Por qu? hab?a tratado as? a su esposo? Tan amable que era ?l; tan complaciente siempre. Decidi? entonces enmendar su error. Le dio un besito en la frente a su marido, para despertarlo. Nada. Un besito en la mejilla. Nada. Un besito en los labios. Nada. Un besito en el cuello. Nada.Un besito en el pecho. Nada. Un besito en el estomaguito. Nada. Un besito en. Nada. Nada. Por fin ?l abri? los ojos. Segu?a a?n enojado por la forma en que lo hab?a tratado su mujer. Le pregunt?, molesto. «?Qu? haces? ?Qu? quieres?». Ella, t?midamente: «Mi vida: ?nos echamos un pokarito?». El muchacho respondi? con brusquedad usando la misma expresi?n que hab?a empleado ella: «No. Paso». Entonces la chica levant? la s?bana; mir? la consabida parte de su maridito y le pregunt? asombrada: «?Y con ese juegazo pasas?». Igual nos sucedi? a los mexicanos: teniendo el juegazo del petr?leo tuvimos que pasar. Durante muchos a?os fincamos nuestra econom?a en ese recurso. Con amarga sonrisa recordamos ahora el tiempo aquel en que se hicieron en la sonda de Campeche hallazgos petrol?feros que fueron considerados fabulosos. El entonces Presidente, Jos? L?pez Portillo, nos dijo que la riqueza de nuestro pa?s ser?a tan grande que en delante de lo ?nico que tendr?amos que preocuparnos ser?a de aprender a administrar la abundancia. Cuando memoro esas palabras acude a mi mente la dolorida copla de Manrique: «. Ved de cu?n poco valor / son las cosas tras que andamos / y corremos.». Como doble de campana funeral suenan los versos de pie quebrado del poeta. Igual eco tuvieron, funerario, las palabras de Enrique Pe?a Nieto al anunciar la muerte de la gallina de los huevos de oro. No muri? de su muerte: la matamos a golpes de ineficiencia y corrupci?n. En su velorio, como en todos, contaremos chistes, consuelo ?nico que los mexicanos tenemos en la adversidad. Uno de esos cuentos ser? el de aquellos dos lagartos que se encontraron en un r?o de Tabasco. Uno de ellos se ve?a flaco, hambriento. El otro, contrariamente, luc?a gordo y bien cebado. El primero se quej? de que con las exploraciones petroleras se hab?a acabado la ganader?a: no hab?a ya reses qu? comer. «Haz lo que yo -le aconsej? el otro-. Llevo ya dos a?os comi?ndome un ingeniero de Pemex cada d?a, y es fecha que a?n no se dan cuenta». FIN.

MIRADOR.

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Me habr?a gustado conocer a fray Payo de Ribera, arzobispo que fue de M?xico en tiempos de sor Juana.

Un d?a la superiora de la c?lebre monja la corrigi? sin raz?n, equivocadamente. Sor Juana le replic?, molesta:

-Calle, madre. No sea usted zonza.

La priora se indign?, y en una encendida carta que envi? al arzobispo se quej? airadamente. Fray Payo, hombre de buen sentido y que adem?s conoc?a bien a la quejosa, le envi? de vuelta la misiva con su respuesta al margen: «Demuestre la madre superiora que no lo es y se le har? justicia».

Me habr?a gustado conocer a don fray Payo de Ribera. Quiz? pon?a la probanza en parte a la que no tocaba, pero sab?a juzgar a las personas. Yo, por mi parte, espero que nadie me llame zonzo alguna vez, pues me ser? dificil?simo probar que no lo soy, y tendr? que allanarme al calificativo.

?Hasta ma?ana!…

MANGANITAS.

Por AFA.

«. Muri? la gallina de los huevos de oro.».

Yo, por encima de motes,

eso ya lo present?a:

desde hace tiempo ve?a

rondar a los zopilotes.