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Aqu? en confianza

Aqu? en confianza

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Iv?n Garza Garc?a

 

Las dos Fridas

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Se dice que una no existi?; la otra se convirti? en hero?na nacional. Una conmocion? al pa?s y lo mismo provoc? esperanza que desencanto. La otra, todav?a hace uso de su olfato y destreza en la b?squeda de sobrevivientes. Al respecto, se ha comentado que puede haber al menos 50 personas a?n atrapadas entre los escombros de las estructuras colapsadas, tan solo en la Ciudad de M?xico. Frente a la terrible tragedia, las y los mexicanos nos unimos al amparo de una causa com?n. Un nuevo temblor sacudi? edificios y conciencias. Cual si se tratara de un grito de guerra, miles de personas de todas las edades y condiciones sociales abandonaron sus actividades cotidianas para unirse a las labores de apoyo. Aquellos millennial?s de los que poco se esperaba, desinteresadamente ofrecieron sus manos en la lucha contra la adversidad. La ayuda humanitaria lleg? de lugares tan distantes que, en ocasiones, la comunicaci?n verbal en los sitios de desastre emulaba el disparate b?blico de la Torre de Babel. Alemania, Argentina, Canad?, China, Espa?a, Jap?n, Rusia, Suiza y Turqu?a, por mencionar solo algunos pa?ses, enviaron brigadas de rescatistas, v?veres y equipos. Nadie en M?xico, absolutamente nadie, permaneci? indiferente ante la desgracia. Cada quien protagoniz? una historia distinta. Algunas de ellas tuvieron un final alentador; otras, por desgracia, representaron dolor y frustraci?n. Al momento de escribir este art?culo, se contabilizan 333 fallecidos por el sismo del pasado 19 de septiembre; 194 de ellos corresponden a la capital del pa?s, algunos de los cuales eran ni?as y ni?os del tristemente conocido Colegio Enrique R?bsamen. S?, el lugar donde algunos aseguran haber escuchado sutilmente la voz de una ni?a diciendo que se encontraba viva, resguardada bajo una mesa de granito y acompa?ada de al menos tres infantes m?s. El resto de la historia es de todos conocida.

 

Nuestro pa?s le ense?? al mundo de lo que es capaz la sociedad en acci?n. Sin embargo, en la actitud mostrada por las y los mexicanos empezamos como nunca, y terminamos como siempre. El ?nimo por ayudar se desbord? y encontr? cause en la diatriba y la descalificaci?n. Las noticias fluyeron a velocidad vertiginosa; las m?s eran falsas. Las redes sociales abonaron como de costumbre a la desinformaci?n. En un claro e inadmisible af?n de protagonismo, cualquiera con un celular en la mano y ganas de aparecer en un video, se trasformaba en improvisado reportero para opinar lo que le viniera en gana, incluso para narrar hechos que en realidad no estaban sucediendo. Muchos desoyeron las recomendaciones de los expertos. Quer?an estar ah?, aunque pusieran en riesgo su vida y, peor todav?a, la de las personas a las que pretend?an salvar. No faltaron las fotos pa?l face, ni los imprudentes ?memes?.

 

Irremediablemente el asunto se politiz?. La solidaridad de manera repentina cambio de rostro y mut? en un severo ataque contra la autoridad, por el simple hecho de serlo. Poco import? que las instituciones que gozan de mayor prestigio en el pa?s, como son el Ej?rcito y la Marina, encabezaran las labores de b?squeda y rescate; ellos en ese momento representaban al gobierno y, como tal, deb?an ser medidos con la misma vara. La exigencia social llev? a los partidos pol?ticos nacionales a tomar decisiones respecto a su financiamiento, para luego mudar el escenario a una medi?tica subasta con el objeto de ganar la simpat?a popular, mediante la aplicaci?n de la pregunta ??qui?n da m?s??. Desacreditar al de enfrente porque, a mi juicio, ofrece menos apoyo que yo, se convirti? en el pan de cada d?a. Nuevamente tirios y troyanos tomaron postura. El encono provocado por los radicales encontr? tierra f?rtil en la desgracia. El absurdo divorcio entre la sociedad y sus autoridades fue promovido por aquellos a quienes les beneficia el caos pol?tico; ?a r?o revuelto, ganancia de pescadores?, reza el refr?n.

 

Aqu? en confianza, no son muerte y destrucci?n las ?nicas consecuencias que dej? el terrible temblor; el inmoral uso pol?tico del malestar social es el un?voco s?mbolo de ?la otra tragedia?. Dijo Martin Luther King: ?Hemos aprendido a volar como los p?jaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos?. Sin duda, no son solo edificios lo que habr? que reconstruir en este pa?s. Al tiempo.

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