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Aqu? en confianza

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Iv?n Garza Garc?a

 

Hasta pronto

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La noche del viernes un tremendo nubarr?n se pos? inmisericorde sobre el cielo del lugar donde comienza la patria. La frontera coahuilense se convirti? en el escenario de los lamentables hechos en los que fue ultimado a sangre fr?a un hombre de bien. El desconsuelo lleg? r?pido; apenas unos minutos bastaron para que su ?ltimo suspiro se confundiera con el sereno -casi imperceptible- viento de una noche calurosa. Entre el llanto, los gritos y la confusi?n ? pr?cticamente en forma instant?nea – se diluy? una vida que hab?a sido dedicada al servicio; una vida que fue arrebatada cobardemente; as?, por la espalda, sin ofrecer siquiera oportunidad a la turbaci?n. Despu?s vendr?a la angustia y con ella, la incertidumbre. Surgieron entonces cientos de preguntas, muchas de ellas ? las m?s – ?a?n sin respuesta. Tiempo ha de pasar para conocer los verdaderos motivos que llevaron al homicida a perpetrar tal acto; por ahora, indudablemente son las especulaciones las que han ganado protagonismo.

 

La noticia corri? con vertiginosa velocidad y cal? hondo; lo mismo sacudi? ?nimos que conciencias. El escalofriante video, que mostr? sin tapujos aquel ataque, circul? indiscriminadamente a trav?s de las redes sociales. Tirios y Troyanos se mostraron sobrecogidos frente al terrible acontecimiento. Las muestras de solidaridad y respeto no se hicieron esperar. Por un momento, los emblemas y colores no importaron; el panorama era gris, y lo era para todos.

 

D?as antes, los telediarios y rotativos se hab?an dado a la tarea de difundir sucesos similares ocurridos en otras latitudes. Igual se hablaba de un atentado en Guerrero, que de una agresi?n en Oaxaca, Puebla o Veracruz. Sin embargo, para las y los coahuilenses, estos eran hechos lejanos, que distaban enormemente de nuestra cotidiana realidad. ?Aqu? esas cosas no pasan?, escuch? decir a varios; yo mismo lo pensaba. Pero no fue as?; ac? tambi?n cay? uno de los buenos, de esos que ponen el coraz?n en el discurso y el alma en su accionar. El homicidio que constern? a Coahuila abon? irremediablemente a la insulsa estad?stica: de septiembre del a?o anterior a la fecha; es decir, en lo que va del presente proceso electoral, 112 pol?ticos han sido asesinados. Sobre las causas poco se sabe; lo cierto es que tales muertes provocan un severo malestar social.

 

Tal vez el desmesurado ?mpetu que estampaba siempre al defender a su tierra, lo llev? a la muerte. Quiz? ese amor desmedido a su patria chica y la confianza que le daba el decir las cosas tal cual eran, lo hicieron bajar la guardia. A pocos escuch? hablar de Piedras Negras como lo hac?a ?l. La joven historia de esa municipalidad no le resultaba en nada desconocida. Mencionaba – con envidiable memoria – cualquier cantidad de pasajes y personas que hab?an hecho de aquellos lares su terru?o. De pronto parec?a que los conoc?a a todos, pues de todos ten?a una an?cdota. Siempre positivo, dibujaba en su rostro una mueca parecida a una sonrisa, y continuaba la pl?tica. Todo ten?a que ver con trabajo, y todo ten?a que ver con Piedras Negras.

Contaba apenas 43 a?os, pero pose?a una vasta experiencia; lo mismo en la actividad privada que en la funci?n p?blica. Se ve?a a s? mismo entrando al sal?n de plenos en San L?zaro para as? continuar con su ascendente carrera pol?tica, pero no le alcanz? la vida para ver su nombre inscrito en una curul.

 

Con su partida, dej? a una madre que sinti? por ?l un indescriptible orgullo (de ese que solo saben sentir las madres); a una esposa que calific? su existencia como la de un valiente; a una hija, que sin tener a?n conciencia de lo ocurrido, seguramente ser? testigo del cari?o y reconocimiento hacia su padre, y a un pueblo que ahora mismo llora su anticipado deceso.

 

Pese a la sombra de la duda, las investigaciones respecto al atroz crimen seguir?n su curso y habr? de hacerse justicia. Mientras tanto, su legado quedar? impreso en las mentes y en los corazones de la gente a la que ? sin escatimar -? dedic? sus afanes.

 

Hasta pronto Fernando; m?s temprano que tarde, habremos de alcanzarte para que sigas cont?ndonos historias de tu Piedras Negras.

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